Bolsas plásticas innovadoras con cáscaras de cítricos para reducir los residuos agrícolas

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Durante la pandemia, Valentín Fravoli y Alejandro Unchalo completaron los últimos años de secundaria en la Escuela Técnica N°2 de Tandil. Debido al aislamiento social, no pudieron realizar pruebas de laboratorio para su proyecto práctico final, esto los llevó a enfocarse en una investigación teórica más profunda. Una vez que regresaron a las aulas, comenzaron a trabajar en el desarrollo de bolsas plásticas hechas a partir de cáscaras de cítricos. A finales de año, su proyecto, Citricplas, estará disponible en el mercado.

Alejandro, de 21 años, es un emprendedor natural que ya posee una panadería y un almacén. Valentín, de 22 años, estudia Diagnóstico y Gestión Ambiental y convirtió el quincho de su casa en un laboratorio. Ambos aspiran a expandir su proyecto, aumentar la conciencia sobre el cuidado ambiental y producir a gran escala.

Cuando las bolsas plásticas hechas de desechos cítricos lleguen al mercado, estarán inicialmente dirigidas a la industria agropecuaria. Sin embargo, los jóvenes de Tandil planean ampliar la producción para que cualquier persona pueda adquirirlas, siempre que se comprometa a devolverlas a la tierra al desecharlas. Estas bolsas se biodegradan en un período de 15 a 30 días, dependiendo de las condiciones y la humedad del suelo.

Valentín expresó su visión: “Nuestro objetivo es escalar el proyecto y promover pequeños cambios en los hábitos, comenzando por crear conciencia sobre el daño causado por los plásticos convencionales que nos inundan cada vez más. El sueño es industrializar nuestro proceso y comercializar a gran escala”.

De la escuela al mercado

La idea de fabricar bolsas biodegradables a partir de cáscaras de cítricos nació como un proyecto escolar de sexto año en la Escuela Técnica N°2. Con solo siete años de antigüedad, la secundaria ofrece una orientación en Química, y Alejandro y Valentín decidieron seguir esta especialidad.

Inicialmente, pensaron en utilizar la celulosa de colillas de cigarrillo, pero descartaron esta opción porque no cumplía con los requisitos de ser biodegradable, amigable con el ambiente y sin residuos contaminantes.

Valentín explicó: “Para finalizar el ciclo escolar, se requiere realizar un proyecto que se presenta a un jurado que evalúa su viabilidad económica, sostenibilidad y otras condiciones. Comenzamos la investigación en sexto año, y debido a la pandemia, solo pudimos leer e investigar, sin acceso al laboratorio”.

Aunque la situación fue frustrante, también resultó beneficiosa, ya que los obligó a investigar y buscar alternativas. Así, encontraron este proyecto, que se está llevando a cabo en otros países, pero que es pionero en Argentina.

“En 2021, cuando se pudo liberar un poco la asistencia, pudimos volver a los laboratorios y recién ahí empezamos con las prácticas y pudimos llevar a cabo el proyecto. Cuando lo presentamos tuvo muy buena aprobación, le gustó a los jurados y a los docentes, y nos recomendaron seguirlo, que le metamos ganas porque nos podía ir bien y decidimos emprenderlo”, destacó el estudiante de Diagnóstico y Gestión Ambiental.

Actualmente, están en la última fase de investigación, buscando llegar a “un producto óptimo” y “acomodar las últimas propiedades”, para a fin de año lanzarlo al mercado y empezar a comercializarlo. Con la difusión que hicieron, ya hay empresas interesadas en comprar sus bolsas de plástico biodegradable.

Cómo es el proceso

El proceso comienza con la recolección de cáscaras de cítricos donadas por fabricantes de mermeladas, así como frutas amargas de la plaza del centro y la calle Yrigoyen en Tandil, que no son aptas para consumo alimentario.

Valentín, explica: “Ellos las desechan, así que aprovechamos estos residuos para fabricar nuestro plástico, promoviendo así la economía circular. En lugar de producir, consumir y desechar, buscamos producir, consumir y reutilizar. En nuestro proceso, no generamos residuos; si se produce alguno, lo tratamos y lo reincorporamos al proceso”.

Las cáscaras y los cítricos se hierven para crear una especie de “ablande”. Luego, se añaden gelificantes para producir una resina que, en la siguiente etapa, se convierte en una lámina delgada. Esta lámina se seca durante unas horas y, una vez seca, se despliega y se sella con calor para formar las bolsas. Hasta el momento, han invertido un poco más de US$1000 en el proyecto.

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