En ocasiones, cuando pasamos mucho tiempo en un espacio cerrado puede invadirnos cierta sensación de asfixia. En la mayoría de los casos el alivio viene de la mano de una acción lógica: ‘salir a tomar aire’. Si bien ese contacto con el afuera supone un bienestar inmediato, en ciudades como Buenos Aires los efectos a largo plazo podrían resultar todo lo contrario. Un reciente informe volvió a traer al primer plano la discusión sobre la contaminación del aire en la Ciudad, que sigue superando los parámetros saludables.
Así lo demuestra un relevamiento elaborado por Greenpeace. El muestreo se llevó a cabo en 20 puntos de Capital, donde hay nueve escuelas primarias, ocho jardines maternales y tres hospitales pediátricos.
De marzo a julio pasado, por un período de tres días y en un rango de 12 horas, se midió el nivel de exposición a la materia particulada 2.5 (PM 2.5), uno de los tóxicos provenientes de la polución del aire que genera la quema de combustibles fósiles y del gasoil.
Según los índices, en barrios como Balvanera el ‘límite seguro’ se llega a superar por un 356%, mientras que en Caballito, donde los efectos no son tan marcados, está un 80% por encima.