Ahora, científicos argentinos sugieren una estrategia para mejorar la precisión de las mediciones.
Los científicos, liderados por la doctora Jorgelina Altamirano, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, en Mendoza, se enfocaron al estudio de ciertas familias de los llamados “contaminantes orgánicos persistentes”, tales como PCB, PBDE, HCH y DDT, en tres especies de peces.
Si bien la bibliografía reporta que los niveles más altos de estos se registran principalmente en los tejidos hepático y muscular de los peces, los resultados del trabajo científico muestran que los niveles más altos de PCB, DDT y HCH se hallaron en los órganos reproductivos (gónadas), mientras que los PBDE predominaron en las branquias. Las tres especies de peces analizadas correspondieron a la familia de los nototénidos o Nototheniidae.
El hallazgo, publicado en la revista Science of the Total Environment, sugiere tener en cuenta estas diferencias en la acumulación “para obtener información representativa del problema a abordar”, señaló Altamirano, quien es investigadora del CONICET y profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo (FCEyN-UNCuyo), en Mendoza.
El Convenio de Estocolmo, firmado en 2001 y en vigor desde 2004, exige a las partes signatarias, entre ellas la Argentina, a tomar medidas para eliminar o reducir la liberación de estos contaminantes orgánicos en el medio ambiente. Esto obliga, entre otras medidas, a monitorear sus niveles con la metodología más precisa posible.
El equipo multidisciplinario de investigación estuvo compuesto por cuatro grupos nacionales y uno extranjero, incluyendo el de la doctora Altamirano integrado por las doctoras y becarias postdoctorales Nerina Lana y Paula Berton (IANIGLA-CONICET y FCEyN-UNcuyo); el grupo del doctor Néstor Ciocco (Instituto Argentino de Zonas Áridas (IADIZA)-CONICET y FCEyN-UNcuyo); el grupo del doctor Esteban Barrera Oro (CONICET, Instituto Antártico Argentino-MACN), y el del doctor Adrian Covaci (Universidad de Amberes, en Bélgica), además del técnico en Biología Adrian Atencio (IAA en IANIGLA-CONICET). El trabajo fue subsidiado por la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, el CONICET, la UNCuyo y la Dirección Nacional del Antártico.