El papa Francisco defendió el sábado la conservación de la Amazonia y el medio ambiente cerca del final de su viaje de una semana a Brasil, al tiempo que exhortó a tratar la selva como un jardín.
El pontífice se reunió con algunos miles de representantes de la élite política, empresarial y cultural de Brasil en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, donde también estrechó las manos de indígenas que dijeron provenir de una tribu que ha estado combatiendo a hacendados y granjeros que intentan invadir sus tierras en el estado Bahía, en el noreste del país.
Un indígena, Ubirai Matos, le colocó un colorido tocado de plumas en la cabeza.
‘Me parece estupendo que alguien de nuestra comunidad tuviera esa gran oportunidad de conocer al Papa. Nosotros estamos aquí representando a todos los indios de Brasil’, afirmó Muhate Kumuhua, de 14 años, de la tribu Patoxa.
En un discurso separado a los obispos, el papa pidió el ‘respeto y la protección de toda la creación que Dios le ha confiado al hombre, no para que sea explotada indiscriminadamente, sino más bien para ser convertida en un jardín’.
Exhortó también a prestar atención a un documento de 2007 de los obispos latinoamericanos y caribeños, de cuya redacción estuvo encargado, que subraya los peligros que enfrentan la Amazonia y los pueblos indígenas que allí viven, y pidió nuevos esfuerzos de evangelización para reducir la enorme cantidad de católicos que se van a otras religiones o al secularismo.
‘Las comunidades tradicionales han sido prácticamente excluidas de las decisiones sobre la riqueza de la biodiversidad y la naturaleza. La naturaleza ha sido objeto, y todavía lo es, de agresiones’, afirma el texto.
Varios de los indígenas entre los asistentes son de la Amazonia y dijeron que esperaban que el Papa los ayudara a proteger las tierras designadas por el gobierno como reservaciones indígenas, que agricultores y hacendados invaden ilegalmente para cortar árboles y para que su ganado paste. De hecho, el pastoreo ha sido la mayor causa reciente de la deforestación en Brasil.
‘Recibimos credenciales para este discurso y asistimos para poder decirle al Papa lo que le está sucediendo a nuestro pueblo’, dijo Levi Xerente, de 22 años, miembro de la tribu xerente en el estado de Tocantins en la Amazonia, después de escuchar al pontífice. ‘Esperamos que nos ayude a intervenir ante el gobierno y a detener todos los grandes proyectos de obras públicas en la región’.
Xerente, que habló en un portugués deficiente, dijo que las mayores amenazas a los indígenas en la región son la invasión de sus tierras por parte de compañías agroindustriales y los proyectos masivos de infraestructura del gobierno, como represas en ríos para generar energía hidroeléctrica y las carreteras que se construyen en medio de las selvas, con frecuencia para llegar a minas gigantes.
El Papa Francisco agradeció a los obispos brasileños por mantener la presencia católica en la vasta e intrincada Amazonia. Pero presionó a los líderes religiosos para que reenfoquen sus energías en la región.
‘La Iglesia necesita ser acicateada y relanzada’ en la Amazonia, dijo el Papa en un discurso escrito, en que también exhortó a crear un ‘rostro amazónico’ para el catolicismo.
‘La presencia de la Iglesia en la cuenca del Amazonas no es la de alguien con las maletas listas para irse tras haber explotado todo lo que había a su alcance’, dijo. ‘La Iglesia ha estado presente en la cuenca del Amazonas desde el principio… y todavía está presente y es crucial para el futuro de la zona’.
Sacerdotes y monjas católicas han defendido las causas de los indígenas y de los agricultores pobres de subsistencia en la Amazonia, con frecuencia poniéndose ellos mismos en peligro. Los conflictos violentos sobre los derechos de la tierra son comunes en la región, donde se sabe que agricultores y hacendados ricos contratan a hombres armados para intimidar a los indígenas a irse de tierras que el gobierno ha reservado para su uso.
En 2005, Dorothy Stang, una monja estadounidense y defensora de los derechos de la tierra en la Amazonia, fue asesinada por uno de esos sicarios en el estado de Pará. Dos hacendados fueron declarados culpables del asesinato, cometido para controlar una parcela de tierra que el gobierno había cedido a un grupo de agricultores de subsistencia con los que Stang trabajaba.