En esta época del año, los porteños deberían poder disfrutar de miles de jacarandás esplendorosos, con un follaje distinto al de la mayoría de las especies arbóreas cuyo color verde desaparece con la llegada del otoño.
Pero no es así. Unos 1500 ejemplares de esa especie, un 10 por ciento de todos los que hay en plazas y veredas de la ciudad, están afectados por una plaga que seca sus hojas y las deja con un aspecto amarronado.
La alarma comenzó a sonar cuando los directivos del Jardín Botánico observaron que algunos de los jacarandás del parque perdían las hojas. Era llamativo. Finalizaba febrero y esos árboles tenían que estar frondosos.
Se monitoreó la situación en todo el predio y los 51 ejemplares habían sido atacados por algún tipo de anomalía. El culpable de que los jacarandás perdieran sus hojas verdes características es el insecto tíngido, más popularmente conocido como chinche de encaje. La mosquilla absorbe la savia de las hojas y, por ende, se secan y caen.
El equipo responsable del mantenimiento del arbolado de la ciudad estimó que tal vez la chinche, muy parecida en su aspecto a una vinchuca rojiza y de unos 3 mm de largo, estuvo siempre, pero se volvió una plaga por los factores ambientales de pocas lluvias y altas temperaturas que se vivieron en los últimos meses.