¿Cuántos años tiene el hielo más antiguo de la Antártida?

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Gran parte del continente meridional permanece congelado en el tiempo y, así, nos ofrece información sobre el pasado de la Tierra. 

La Antártida es tan fría que la nieve se acumula año tras año, formando un manto congelado de nieve con más de 3 km de grosor en algunos puntos. Cabría pensar que para encontrar el hielo más antiguo, simplemente hay que excavar lo más hondo posible para hallar las muestras situadas en el fondo, atrapadas allí desde hace millones de años.

Pero tal como explica Mulvaney, de la Prospección Antártica Británica, en realidad no funciona así. Mientras participaba en el revolucionario proyecto EPICA, financiado con fondos europeos, recuperó testigos de hielo con una antigüedad de alrededor de ochocientos mil años y ahora está preparándose para perforar en una zona con unos dos mil ochocientos cincuenta metros de profundidad, donde el hielo podría tener un millón y medio de años.

«Para encontrar el hielo más antiguo no basta simplemente con perforar más profundo», explica. «Esto se debe a que el calor geotérmico, el calor procedente del manto de la Tierra, descongela la parte inferior de la gruesa capa de hielo».

Y, en consecuencia, limita la antigüedad del hielo que los científicos pueden encontrar cerca del lecho rocoso. El hielo más antiguo recuperado en la Antártida, formado hace unos cuatro millones de años, en realidad se encontró cerca de la superficie.

«Imagínese una capa de hielo que fluye lentamente hacia el borde del continente y se topa con una cadena montañosa en el camino», añade. «En este caso, el hielo se vería forzado a ascender y volvería a reaparecer en la superficie. Se conocen como regiones de “hielo azul” y pueden tener millones de años de antigüedad».

No obstante, resulta muy difícil obtener aproximaciones precisas de la antigüedad de este hielo. Además, estas regiones de hielo azul no nos ofrecen una visión cronológica del pasado lejano. Por eso, para científicos como Mulvaney, la edad no lo es todo.

«Preferimos encontrar regiones donde el flujo de hielo es más estable, que parecen un cuenco invertido de hielo, y después perforar en vertical hacia abajo hasta que nos acercamos al lecho rocoso», explica. «Allí, por cada centímetro de profundidad nos remontamos un paso más en el tiempo. Lo que nos importa es conseguir el registro estratigráfico completo».

Y precisamente ese ha sido el objetivo del proyecto financiado con fondos europeos Beyond EPICA – Oldest Ice, en el cual ha participado la Prospección Antártica Británica. Se puso en marcha en 2016 con el fin de identificar y perforar regiones donde podría haber testigos de hielo continuos con más de ochocientos mil años de antigüedad.

Identificaron una ubicación prometedora, a unos cuarenta kilómetros de distancia de la estación franco-italiana Concordia, y la Unión Europea financió un proyecto de seguimiento para establecer un campamento remoto y para perforar y recoger muestras de testigos de hielo.

«Regresaré para perforar el hielo hacia finales de este año y seguiremos trabajando durante algunos más de los breves veranos antárticos hasta que lleguemos al lecho rocoso», comenta. «Tardaremos unos cuantos años en analizar los testigos de hielo, cuya antigüedad podría remontarse hasta un millón y medio de años».

Esta investigación resulta esencial porque podría ayudar a los científicos a resolver un enigma climático importante: por qué, hace aproximadamente un millón de años, los ciclos glaciares pasaron a producirse cada cien mil años, en lugar de cada cuarenta mil. Las burbujas de aire incrustadas en el hielo profundo conservan un registro de la atmósfera terrestre a lo largo del tiempo y podrían ser cruciales para resolver el misterio.

«Esa es la meta, comprender este período temprano de la historia climática», señala Mulvaney. «¿Por qué se produjo un cambio climático prolongado? Solo podemos obtener muestras debidamente datadas de gases atmosféricos antiguos de estos testigos de hielo continuos, y de ningún otro registro climático».

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