El cambio climático ya produce variaciones significativas en los ecosistemas costeros antárticos

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Investigadores argentinos que desde hace casi tres décadas analizan el impacto del cambio climático en los ecosistemas de la Antártida, detectaron variaciones significativas en la distribución de las algas marinas como consecuencia del derretimiento de los glaciares.

Dolores Deregibus es doctora en Ciencias Biológicas, integrante del departamento de Biología Costera del Instituto Antártico Argentino (IAA) e investigadora del Conicet, donde forma parte del grupo de Macroalgas dirigido por María Liliana Quartino.

Deregibus afirmó, en diálogo con Télam, que “nuestro trabajo se enfoca en las algas marinas que viven en el fondo del mar, nos interesa su estudio dado que son productores primarios, base de la cadena alimenticia y porque muchos organismos marinos viven asociados a ellas y las utilizan como refugio”.

“Nuestras investigaciones se realizan en la base antártica Carlini, que es la base científica Argentina más importante de la Antártida, la misma está ubicada en la Caleta Potter de la Isla 25 de Mayo. La Caleta Potter está rodeada por el glaciar Fourcade que se encuentra en notable retroceso, debido a la suba de la temperatura aire causada por el cambio climático”, precisó.

La investigadora sostuvo que “uno de los focos más importantes de nuestro grupo es estudiar los efectos del cambio climático sobre las comunidades de macroalgas, cada verano que vamos a la campaña antártica podemos comprobar cómo el Glaciar Fourcade retrocede, y por su derretimiento genera un impacto en todo el ecosistema costero”.

“Cuando el hielo se derrite ingresa una gran cantidad de agua dulce al sistema marino costero junto a un gran aporte de sedimentos, esto provoca una gran turbidez en el agua que afecta la vida de las algas que necesitan de la luz solar para hacer fotosíntesis”, señaló.

Deregibus indicó que “estos sedimentos provocan una reducción en la penetración de la luz y eso causa que algunas especies de macroalgas se vean afectadas en su crecimiento y reproducción, mientras que otras menos afectadas pueden expandir su distribución hacia nuevas áreas que quedan disponibles luego de la retracción del glaciar”.

“Otras líneas de investigación que se desarrollan en el grupo macroalgas del Instituto Antártico Argentino incluyen el efecto del aumento de la temperatura del agua sobre las macroalgas, su fauna asociada y la colonización de algas marinas en nuevas áreas libres de hielo, también realizamos un seguimiento de las comunidades de macroalgas a largo plazo” detalló.

La investigadora subrayó que “debido al aumento de las temperaturas hay un retroceso del glaciar que impacta en el ecosistema costero produciendo variaciones significativas en la distribución de especies y su fisiología”.

“No podemos hacer predicciones certeras sobre lo que podría pasar en las próximas décadas, pero si nos basamos en las observaciones de los últimos treinta años que llevamos investigando estos temas, podemos señalar que los cambios que se registran son muy significativos”, remarcó.

“Hacer ciencia en la Antártida es un trabajo que se hace en absoluta cooperación; en la base Carlini se encuentra el laboratorio Argentino- Alemán Dallmann, en el que trabajamos junto a científicos de otros países, también es muy importante el apoyo de las fuerzas armadas que sostienen el funcionamiento de las bases, y colaboran en las actividades de buceo y navegación, por ejemplo los buzos se sumergen en aguas de entre 0 y 2 grados para buscar las muestras que analizamos”, finalizó Deregibus.

La base científica antártica Carlini está ubicada en la península Potter de la isla 25 de Mayo perteneciente al archipiélago de las Shetland del Sur, a unos 1.000 kilómetros de la ciudad fueguina de Ushuaia y a 3.700 de Buenos Aires; durante el verano la temperatura ronda entre los -2 °C y 3 °C, y durante el invierno las temperaturas promedio rondan los -10 °C y -20 °C.

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