El “oro verde” que provoca estragos ambientales

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Quizás usted empiece el día con una tostada de palta (o aguacate) y después, en la comida, tome una ensalada de palta y termine el día cenando guacamole. Esta deliciosa y nutritiva fruta ha adquirido una enorme popularidad en los últimos años y se ha vinculado a un estilo de vida sano. Pero detrás de todo esto se esconde una dura realidad: La producción de palta genera unos costes ambientales enormes que usted probablemente no conozca.

México produce más aguacate que cualquier otro país del mundo, pero el «oro verde», como se le conoce, se consume principalmente en América del Norte, Europa y Asia. Cada año se consumen unos 5.000 kg de palta en todo el mundo. Hace unas semanas, cada seis minutos, un camión cargado con paltas salía del estado de Michoacán para exportar la fruta a EE. UU. con miras a la fecha más importante del año para los productores de aguacate: la Super Bowl, que registra el 7% del consumo anual de aguacate en tan solo un día.

Michoacán produce 8 de cada 10 aguacates de México y 5 de cada 10 paltas de la producción mundial. El cultivo de la palta en el estado tiene una superficie de producción equivalente a 196 000 campos de fútbol; su economía regional depende en gran medida de un producto con un valor de mercado en torno a los 2 500 millones de dólares anuales.

Hasta hace dos décadas, los compradores de EE. UU. no tenían acceso al aguacate mexicano. El gobierno de los EE. UU. mantuvo la prohibición de las importaciones durante 87 años, ya que las consideraba un riesgo para la agricultura. En 1997 se confirmó que Michoacán estaba libre de los efectos del gusano taladrador, y comenzó la exportación masiva de palta. Las exportaciones se beneficiaron en gran medida del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); en 2005 la palta mexicana ya estaba en todos los supermercados de los Estados Unidos, país que constituye el mercado más importante del planeta en cuanto a fruta. El consumo en este país se ha duplicado en tan solo diez años. «Avocados from Mexico» (Aguacates de México) fue la primera marca del sector agrícola que pagó un anuncio en televisión en la Super Bowl.

A pesar de esta creación masiva de valor y éxito, la producción extensiva de aguacate conlleva unos costes y perjuicios ambientales sustanciales e irrecuperables. La enorme y desproporcionada demanda de esta fruta está generando un efecto sobre el cambio climático. Se han destruido paisajes forestales con una diversa vida silvestre para producir aguacate, y muchas otras tierras se han quemado intencionadamente para permitir una recalificación de tierras en favor de la agricultura comercial en lugar de los bosques, si se perdían a raíz del incendio.

Normalmente se cortan arbustos y árboles viejos para que los aguacateros reciban más luz solar, lo que contribuye a la deforestación y, en consecuencia, al calentamiento global y al cambio climático. Actualmente la zona de producción de Michoacán ha experimentado un aumento de las temperaturas y de los aguaceros impredecibles. Los estudios del Campus Morelia de la Universidad Autónoma Nacional de México detectaron una nueva tendencia en el estado al aumento de la sequía y las temperaturas, con una intensidad menor de las estaciones frías, necesarias para mantener el equilibrio ambiental, y una ampliación de las estaciones cálidas extremas, con un aumento de las cifras irregulares de lluvias y ciclones más intensos. La pérdida de cubierta forestal y otros cambios climáticos implica un descenso de la tasa de llegada de la mariposa monarca a Michoacán.

Diariamente se utilizan en torno a 9 500 millones de litros de agua para producir aguacates – el equivalente a 3 800 piscinas olímpicas, lo que exige una extracción masiva de agua de los acuíferos de Michoacán. La excesiva extracción de agua de estos acuíferos está teniendo consecuencias imprevistas, como que se están produciendo pequeños terremotos. Desde el 5 de enero al 15 de febrero se registraron 3 247 movimientos sísmicos en el municipio de Uruapan y los alrededores, la zona de producción de aguacate más importante del mundo. Según las autoridades locales, la extracción de agua asociada al aguacate ha abierto grutas subterráneas que podrían ser las causantes de estos movimientos.

Una hectárea de aguacate con 156 árboles consume 1,6 veces más que un bosque con 677 árboles por hectárea. Dado que sus raíces son bastante horizontales, cuando se riegan los aguacateros, el flujo a través de la infiltración preferente es menor, lo que dificulta que el agua se filtre al subsuelo; 14 veces menos en comparación con el pino. Un estudio realizado por Carbon Footprint Ltd afirma que un paquete pequeño con dos aguacates genera una huella de emisiones de 846,36 g de CO2, casi el doble que un kilo de plátanos (480 g de CO2) y el triple del tamaño de un capuchino grande con leche de vaca normal (235 g de CO2).

La producción intensiva de aguacate ha generado una pérdida de biodiversidad, condiciones meteorológicas extremas y una degradación extensiva del suelo; y está a punto de provocar una catástrofe ambiental provocada íntegramente por el hombre.

A medida que desarrollamos un capitalismo de múltiples partes interesadas, necesitamos urgentemente empezar a pensar en el origen de los alimentos que consumimos y a crear cadenas de consumo de alimentos más sostenibles. La concienciación sobre el impacto ambiental de lo que consumimos es el primer paso para reducir el impacto climático de nuestros alimentos. La situación del aguacate deja bastante claro que no es solo la carne la que está imponiendo un enorme daño ecológico.

A pesar de todo esto, existen soluciones para reducir el impacto ambiental del aguacate. En primer lugar, como consumidores, tenemos que exigir una certificación internacional de un comercio justo y un cultivo sostenible del aguacate que se vende en los supermercados y las tiendas, para garantizar que no sean producto de la deforestación, del crimen organizado o de una explotación indiscriminada de acuíferos.

En segundo lugar, los acuerdos comerciales deben incluir el impacto ambiental en las cláusulas relativas a las exportaciones. El consumo en un país no debe realizarse a costa de la destrucción del país de origen. México también debe modificar sus leyes para impedir y castigar la quema de tierras forestales para la producción de aguacate.

Finalmente, si cualquiera de estas situaciones no se produce, tendremos que plantearnos nuestra dieta y nuestro estilo de vida y reducir el consumo de aguacate para minimizar nuestra contribución personal al impacto ambiental generado por el «oro verde». Vivimos en un planeta globalizado y plenamente integrado en el que lo que comemos alegremente con nuestros amigos y familia mientras vemos los deportes puede estar destruyendo ecosistemas completos. Esto nos afectará a largo plazo. Pensemos en ello la próxima vez que nos comamos nuestros nachos con guacamole.

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