Las 25 países y organizaciones que participan en la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR, por sus siglas en inglés) han anunciado el fracaso de la última ronda de negociaciones para incrementar la protección de la fauna marina del océano Antártico.
El único consenso alcanzado en la reunión anual de la CCAMLR –celebrada entre el 8 de octubre y el 1 de noviembre en Hobart, Australia— ha sido celebrar una reunión extraordinaria en julio de 2013 en Alemania para intentar alcanzar un acuerdo.
Los ecologistas han criticado duramente la ausencia de un acuerdo, especialmente ante el riesgo que corren especies como las ballenas, las focas o los pingüinos de zonas como el mar de Ross o el este de la Antártida.
‘Estamos muy decepcionados’, ha explicado Steve Campbell, de la Alianza del Océano Antártico, una coalición de grupos ecologistas como WWF o Greenpeace. Según Campbell, los países que menos han colaborado para lograr el acuerdo han sido Ucrania, Rusia y China.
La CCMALR, integrada por 24 países con intereses en el Antártico y la Unión Europea, fue creada para proteger el ecosistema marino de este océano ante la creciente amenaza de las flotas pesqueras que buscan nuevos caladeros tras el agotamiento de los más accesibles.
Entre las propuestas que no han salido adelante en la reunión anual de la CCMALR estaba una iniciativa neozelandesa-estadounidense que pretendía crear una zona protegida en el mar de Ross de 1,6 millones de kilómetros cuadrados, del tamaño de Irán. La UE y Australia plantearon por su parte una serie de reservas que sumaban 1,9 millones de kilómetros cuadrados en el este dela Antártida, una extensión mayor que la de Alaska.
‘Este año la CCMALR se ha comprotado como una organización pesquera en lugar de como un organismo dedicado a la conservación de las aguas antárticas’, ha denunciado Farah Obaidulá, deGreenpeace.
En 2010 los Estados se fijaron como meta ampliar al 10 por ciento de los océanos las zonas protegidas para preservar la fauna marina de la sobre pesca y otras amenazas como la contaminación y el cambio climático. Entonces las zonas protegidas apenas abarcaban el 4 por ciento.