La mala calidad del aire exterior es probable que tenga un impacto negativo en el rendimiento de tu trabajo, incluso si tu empleo se desarrolla en el interior de una oficina, según un nuevo documento de trabajo de investigadores de la Universidad Leibniz de Alemania y la Columbia Business School.
Durante años, los investigadores han estado conectando la relación entre la contaminación del aire y el bajo rendimiento laboral: en 2011, por ejemplo, un estudio descubrió que la productividad de los trabajadores agrícolas al aire libre disminuía a medida que aumentaban los niveles de ozono en la atmósfera. Un estudio de seguimiento de 2014 descubrió que los empleados de trabajos manuales en interiores se vieron afectados de manera similar por los niveles de contaminación del aire exterior.
Pero en ese momento aún no estaba claro si esos hallazgos también se aplicaban a los oficinistas. El trabajo de oficina se realiza en interiores y se supone que es mucho menos extenuante que envasar frutas y verduras en un almacén, por lo que uno podría concluir razonablemente que los trabajadores de cuello blanco son menos vulnerables a los efectos de la contaminación del aire simplemente porque no inhalan tanto aire.
Pero ese no es el caso, como concluye el último estudio. Para realiza la investigación, Steffen Meyer y Michaela Pagel tomaron datos sobre transacciones bursátiles realizadas por más de 100,000 inversores privados en Alemania entre 2003 y 2015, y los combinaron con datos sobre calidad del aire, clima y tráfico en las 1,600 estaciones de trabajo que estaban monitoreando.
‘Interpretamos el comercio individual de los inversores, una actividad interna que requiere cierta habilidad y esfuerzo cognitivo pero no físico, como un sustituto de la disposición y la capacidad de participar en el trabajo de oficina y, por lo tanto, la productividad de empleados’, dicen Meyer y Pagel. Los datos son particularmente útiles porque permitieron a los investigadores medir el comportamiento humano a nivel individual.
La calidad del aire exterior puede fluctuar significativamente en el día a día. Meyer y Pagen querían saber si estas fluctuaciones tenían algún efecto en los inversores individuales para iniciar un contacto comercial y realizar un intercambio en un día determinado.
Para aislar el efecto de la contaminación del aire, primero necesitarían controlar otros factores que se sabe que afectan el comportamiento comercial: día de la semana (los mercados no están abiertos todos los días), día del año (los mercados están más ocupados en ciertas épocas del año), las rentabilidades anteriores al mercado, los cambios en el horario de verano, el clima y el tráfico.
Con esos otros factores explicados, Mayer y Pagel se enfocaron en el efecto de la materia particulada en el aire, una medida conocida como PM10: partículas de aproximadamente 1/7 del grosor de un cabello humano, lo suficientemente pequeño para ser inhalado profundamente en los pulmones. Estas partículas provienen del escape del vehículo, del polvo de construcción, de fuentes industriales, de quema de leña y de otras fuentes. Esos factores están relacionados con todo: desde el asma hasta la dificultad respiratoria en general, ataques cardíacos e incluso la muerte.
Descubrieron que un aumento modesto en PM10 al aire libre – 12 microgramos del contaminante por metro cúbico- redujo la propensión de los inversores a comerciar en casi un 10 por ciento. Caracterizan ese efecto como ‘grande y significativo’, similar a la disminución en el comercio observada en un agradable día soleado en comparación con uno nublado.