La mortalidad prematura por la contaminación del aire podría duplicarse en el año 2050 y causar la muerte de 6,6 millones de personas cada año.
Sin embargo, la cuantificación de los efectos que produce la polución a escala global sigue siendo un reto para los investigadores.
La dificultad para medir esa incidencia se convierte en un problema, por un lado, porque la calidad del aire no se supervisa en algunas regiones y, por otro, debido a que la toxicidad de las partículas varía en función de su origen.
Los científicos comprobaron que las emisiones generadas en zonas urbanas, como las que provienen de los sistemas de calefacción y las cocinas, son las que tienen un mayor impacto en la mortalidad prematura en todo el mundo.