La deforestación de la Amazonia bate récords y se multiplica por cinco desde inicios de año

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2022 comienza con una terrible cifra: la deforestación del Amazonas se está acelerando a unos niveles nunca vistos.

Aproximadamente 430 kilómetros cuadrados de la selva amazónica fueron talados solo durante el mes de enero, un 418% más que en enero de 2021 (en comparación, la deforestación de enero de 2021 fue de 83 kilómetros cuadrados), según el sistema de monitoreo de deforestación DETER-B de la Agencia Espacial Brasileña INPE, que controla la deforestación mediante satélites. Es la cifra más alta del mes de enero desde que comenzaron los registros en 2015 y una señal preocupante del alarmante ritmo de destrucción de la selva tropical más grande del planeta.

En la pasada Cumbre de Glasgow sobre cambio climático COP26 celebrada en diciembre del año pasado, más de 100 gobiernos prometieron detener y revertir la deforestación para 2030. Pese a estas promesas de esperanza, el gobierno de Brasil, con Jair Bolsonaro al frente, está haciendo todo lo contrario, según apuntan los activistas medioambientales que se juegan la vida por defender la naturaleza.

De seguir así, 2022 será otro año devastador para la Amazonía brasileña, fuertemente golpeada desde que el presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro asumió el cargo en el año 2019. Estos primeros datos no auguran nada bueno. En 2021, el presidente brasileño se comprometió a duplicar el gasto del gobierno para reducir la deforestación en la Amazonía de aquí a 2028; una medida que duró muy poco, pues fue sustituida con un recorte del presupuesto de más del 20%. Según los expertos, sus políticas siguen siendo las mismas.

Con un área deforestada equivalente aproximadamente a la de la Comunidad de Madrid, los especuladores están talando cada vez más bosques para fundar ranchos mediante la apropiación ilegal de tierras, mientras los altos precios de la carne de vacuno, la soja y otros productos básicos también están impulsando la demanda de tierras baratas.

“El gobierno, de hecho, ha creado una oportunidad de oro para aquellos que quieren talar bosques ilegalmente o apoderarse de tierras públicas; hay una falta deliberada de inspección ambiental y muchos de los que están detrás de esta ola de deforestación ilegal también esperan que el congreso brasileño apruebe una legislación que recompensará el acaparamiento de tierras, una práctica relacionada con al menos un tercio de toda la deforestación en la Amazonía”, explicó Cristiane Mazzetti, portavoz de Greenpeace Brasil, en un comunicado de prensa.

Negacionismo climático

La selva amazónica lleva bajo agresión muchos años: incendios forestales, madereros, ganadería… Si bien las tasas de destrucción de la selva aún no han alcanzado los niveles observados a principios de la década de 2000, en los últimos años se ha visto un resurgimiento de la fiebre por talar árboles. Sobre todo desde 2019, momento en el que el destino del Amazonas se vislumbra cada vez más incierto con la destrucción acelerada de más y más superficie arbolada.

Bolsonaro ha debilitado las protecciones ambientales argumentando que el gobierno debería explotar todas estas zonas para abrir tierras protegidas de selva tropical a la agroindustria y la minería con objeto de reducir la pobreza, algo que recuerda a la mayor transformación de los bosques amazónicos y subsecuente deforestación que se dio en la década de 1970, impulsada por políticas gubernamentales de modernización de la infraestructura y de promoción de la expansión agrícola y minería.

El Observatorio del Clima ha revelado que la principal agencia de protección ambiental de Brasil, Ibama, había gastado solo el 41% de su presupuesto de aplicación en 2021.

Los estudios científicos sugieren que el Amazonas, la selva tropical más grande del mundo, con una superficie de 5.500.000 km², alcanzará, en algún momento, un punto de no retorno, donde ya su situación será insostenible. La tasa anual de deforestación es cada vez más dramática y, por desgracia, si no se produce ningún cambio en las políticas, se espera que el número aumente sin cesar.

Poblada de árboles centenarios, incluso milenarios, la selva amazónica es una de nuestras mejores armas contra el cambio climático, lo que convierte a los impulsores de la deforestación, que abrazan el negacionismo, en un enemigo climático global.

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