La ONU pide más inversión en adaptación para “salvar millones de vidas de la carnicería climática”

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Hace falta recortar las emisiones de gases de efecto invernadero —vinculadas principalmente a los combustibles fósiles— para que el calentamiento no alcance las cotas más duras. Pero también se necesita dedicar esfuerzos a las políticas de adaptación a un cambio climático que en estos momentos no se puede revertir y que está causando ya estragos a lo largo y ancho del planeta. En este capítulo, como en el de la reducción de las emisiones, también se está fallando. “Necesitamos un aumento global en la inversión en adaptación para salvar millones de vidas de la carnicería climática”, ha pedido este jueves António Guterres, secretario general de Naciones Unidas.

Aunque los estragos son generalizados, no a todos les afectan por igual. Los científicos del IPCC, el panel internacional de especialistas en cambio climático, estiman que entre 3.300 millones y 3.600 millones de personas (de los casi 8.000 millones que habitan el planeta) viven en estos momentos en contextos considerados “altamente vulnerables” al calentamiento, ya sea por su ubicación geográfica (por ejemplo, las pequeñas islas del Pacífico en riesgo de desaparecer) o por su mala situación socioeconómica, que hace que padezcan más las consecuencias de los fenómenos meteorológicos extremos. O por la combinación de ambos factores. Entre los que peor lo tienen están las naciones en desarrollo, que carecen del músculo económico suficiente para poder adaptarse y prevenir así los impactos más negativos del calentamiento.

El llamamiento de Guterres va especialmente dirigido a los países desarrollados (los responsables históricos del calentamiento actual), que se han comprometido a ayudar a las naciones más pobres. Se produce coincidiendo con un informe especial del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) sobre adaptación y a tres días de que comience en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij la cumbre anual del clima, que esté año se espera que esté muy centrada en este asunto. En el documento del PNUMA se pone en cifras lo que necesitarán los países en desarrollo para políticas de adaptación: entre 160.000 y 340.000 millones de dólares al año, de aquí a 2030. Pero las “corrientes internacionales de financiación para la adaptación en los países en desarrollo se encuentran entre cinco y 10 veces por debajo” de esas necesidades estimadas y “esta disparidad sigue aumentando, la brecha no deja de ampliarse”, advierte este organismo de la ONU.

Los países desarrollados se comprometieron a que a partir de 2020 se movilizarían 100.000 millones de dólares en financiación climática. Esa cantidad iría destinada tanto a políticas de adaptación como de mitigación —de recorte de los gases de efecto invernadero a través del desarrollo de renovables, por ejemplo—. Pero, según ha admitido la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), en 2020 se movilizaron solo 83.300 millones.

Además de no cumplir la promesa de los 100.000 millones, la mayoría de los fondos que en 2020 fueron desde el sector público y privado hacia los países en desarrollo llegaron en forma de préstamos; tan solo el 21% del dinero eran subsidios o ayudas que no se tenían que devolver. Y tan solo el 34% de los fondos (29.000 millones) se destinaron a acciones de adaptación para que las naciones con menos recursos sean más resilientes al cambio climático, muy lejos de lo que se estima necesario.

Guterres ha recordado también este jueves que el pasado año los países desarrollados se comprometieron en la cumbre del clima de Glasgow a duplicar como mínimo el apoyo a la adaptación hasta llegar a los 40.000 millones de dólares al año para 2025. “En la COP27, deben presentar una hoja de ruta creíble con hitos claros sobre cómo se entregará, preferiblemente como subvenciones, no como préstamos”, añade.

Pero Guterres ha reconocido que, en algunos casos, se debe admitir que ya “es demasiado tarde para la adaptación” porque los impactos del calentamiento son irreversibles. “La COP27 debe proporcionar una hoja de ruta clara y con plazos precisos para cerrar la brecha financiera para abordar las pérdidas y los daños”, ha recordado el secretario general de la ONU. “Esta será una prueba de fuego central para el éxito en la COP27″, ha reconocido.

“El cambio climático está azotando golpe tras golpe a la humanidad, y fuimos testigos de ello a lo largo de 2022: de manera particularmente despiadada en las inundaciones que sumergieron a gran parte de Pakistán”, ha afirmado por su parte Inger Andersen, la directora ejecutiva del PNUMA. “El mundo debe reducir urgentemente las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar las repercusiones del cambio climático. Pero al mismo tiempo debemos multiplicar con urgencia los esfuerzos para adaptarnos a los fenómenos climáticos extremos que ya están aquí y a los que vendrán”, ha añadido.

El informe del PNUMA enumera algunos de los recientes impactos climáticos, como la sequía de varios años en el Cuerno de África, las inundaciones sin precedentes en el sur de Asia o el calor extremo en el hemisferio norte que “evidencian una tendencia en el aumento de los riesgos climáticos”. Esta agencia de la ONU recuerda que estos fenómenos extremos se están dado con un calentamiento actual de alrededor de 1,1 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales. El problema es que en el mejor de los escenarios el planeta se encamina hacia un calentamiento de alrededor de 2,5 grados, lo que multiplicará la intensidad y el número de eventos extremos.

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