La vida de los océanos puede recuperarse en 30 años. Es la contundente y sorprendente conclusión de un estudio internacional dirigido por profesores de la Universidad de Ciencia y Tecnología King Abdullah (KAUST), y en el que se recogen las más claras evidencias de la recuperación exitosa de la vida marina en los océanos.
Los hallazgos permiten sustentar la novedosa tesis de que los océanos del planeta podrían revitalizarse y sostener una abundante vida marina para 2050. Lo publica la revista Nature.
El trabajo ha hecho acopio de las mejores pruebas de la recuperación de la vida de los océanos. “Presentamos entre otras pruebas la recuperación de las ballenas jorobadas o de las ballenas azules. Se ha comprobado cómo se han recuperado mucho más rápidamente de lo que nos hubiéramos imaginado”, dice a este diario Carlos Duarte, reconocido oceanógrafo español.
Y lo mismo señala respecto a las tortugas marinas. Se pensaba que su recuperación precisaría ciclos de 100 años; pero se ha visto que es muchísimo más rápida.
“Nuestro estudio documenta la recuperación de poblaciones marinas, hábitats y ecosistemas después de las intervenciones de conservación anteriores que se han efectuado y proporciona recomendaciones específicas basadas en evidencias de que es posible extrapolar las soluciones probadas a nivel mundial”, continúa el profesor Duarte.
Las ballenas jorobadas que migran desde la Antártida al este de Australia han aumentado de 10% a 13% por año; su población ha pasado de unos cientos de animales en 1968 a más de 40,000 actualmente
Los elefantes marinos del norte) se recuperaron de aproximadamente 20 individuos reproductores en 1880 a más de 200.000 en la actualidad, y las poblaciones de focas grises han aumentó en un 1.410% en el este de Canadá y en un 823% en el mar Báltico desde 1977.
Las nutrias marinas del Sur han crecido y pasado de aproximadamente 50 individuos en 1911 a varios miles en la actualidad.
Aunque todavía está en peligro, la mayoría las poblaciones de tortugas marinas para las cuales hay tendencias disponibles están aumentando en tamaño, mientras que el ritmo de anidación de las tortugas verdes ha crecido del 4 a 14% por año. La población de tortugas verdes en Hawái se multiplicó por seis veces entre 1973 y 2016.
Las metas para crear áreas marinas protegidas están bien encauzadas. El 10% de las áreas oceánicas tendrán una figura de conservación en el 2020, el 30% lo tendrá en el para 2037 y el 50% dispondrá de esta consideración en el 2044. Muchas poblaciones de peces podrían recuperarse antes de 2030 si se combina las reformas de gestión global con la creación de áreas protegidas a medida que reduce la presión pesquera general.
Los manglares es uno de los mejores ejemplos de recuperación. La pérdida global de bosques de manglar se ha desacelerado a 0,11% por año. Y destacan las poblaciones estables de manglares a lo largo de la costa del Pacífico de Colombia, Costa Rica y Panamá, así como su aumento en el Mar Rojo, Golfo Pérsico y China.
Las actuaciones para proteger estos “bosques litorales”, refugio de gran valor ecológico, se intensificaron sobre todo tras el tsunami que asoló el océano Índico en el año 2004, y en el que murieron unas 250.000 personas.
Se vio que las zonas con manglares apenas sufrieron la subida de las aguas o registraron daños menores.
Malasia, Indonesia y otros países han hecho una gran apuesta por apuntalar este muro defensivo, lo que redunda en su conservación. Asimismo, la rehabilitación de marismas litorales y la regeneración de las praderas submarinas tienen también buenos y abundantes ejemplos.
“Todos estos datos nos llevan a pensar que la capacidad de recuperación de la vida marina y de los ecosistemas marinos es mucho más rápida de lo que hasta ahora pensábamos y de que es viable mantener la misión de tener océanos rebosantes de vida en el 2050”, dice Duarte.
Los propios editores de la revista Nature se mostraron inicialmente tan sorprendidos por esta tesis que decidieron someter esta investigación a la revisión por parte de cinco expertos, cuando comúnmente la evaluación de los trabajos científicos publicados la efectúan dos o tres científicos. Los revisores fueron instruidos, pues, para que analizaran si la información contenía un sesgo que tendiera a dar más peso a los datos positivos que a los negativos.
Finalmente, dieron su visto bueno a la publicación
Aunque los humanos han alterado en gran medida las vida marina en su propio detrimento en el pasado, los investigadores han encontrado pruebas de esa notable capacidad de recuperación de la vida marina y del cambio de tendencia emergente. Se han visto ejemplos de fuertes pérdidas de vida marina a lo largo del siglo XX, también de desaceleración de las pérdidas pero lo más relevantes son las demostraciones de los cambios de signo en las dos primeras décadas del siglo XXI.
Estos ejemplos mueven a pensar que se puede restaurar la abundancia de vida marina, lo que permitiría una economía sostenible basada en el océano.
Duarte señala que para evaluar toda esta información se ha reunido los “mejores datos disponibles”. Para ofrecer el panorama de los mamíferos marinos, se ha contado con las evaluaciones de las Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, mientras que para las otros indicadores se han recabado igualmente las análisis mas rigurosos disponibles.
¿Y por qué este cambio de visión? Duarte concluye que hasta ahora la sociedad se ha tendido más a “centrar la atención en los problemas que presentan los océanos”, con un enfoque “tan intenso que, a veces, han pasado inadvertidas las noticias positivas”, recalca.
“La mayor parte de la narrativa actual está sesgada hacia lo negativo”, remacha.
El proyecto ha reunido a los más importantes científicos marinos de 16 universidades de 10 países, incluyendo: KAUST, Aarhus University, Massachusetts Institute of Technology (MIT), Colorado State University, Boston University, Pontificia University Catolica de Chile, Sorbonne Universite, James Cook University (JCU), The University of Queensland, Dalhousie University y University of York.
”Estamos en un punto en el que podemos elegir entre el legado de un océano resistente y vibrante o el de un océano perturbado de forma irreversible, para que las generaciones venideras”, dice el profesor de ciencias marinas, reciente ganador del Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA.
Según la investigación, la tasa de recuperación de la vida marina puede acelerarse y lograrse una mejora sustancial en dos o tres décadas en la mayoría de los componentes de los ecosistemas marinos; eso sí, previamente, se requiere abordar el cambio climático y aplicar intervenciones eficientes a gran escala.
Al estudiar la conservación oceánica y sus tendencias de recuperación exitosas anteriormente, los investigadores identificaron nueve indicadores o componentes integrales para la reconstrucción de la vida marina: marismas, manglares, praderas submarinas, arrecifes de coral, algas marinas, bancos de ostras, pesquerías, megafauna y aguas profundas.
El informe concentra las acciones específicas en seis tipos de intervenciones (o “cuñas de recuperación”), encaminadas a proteger especies, hacer aprovechamientos sabios y racionales, proteger espacios, restaurar hábitats, reducir la contaminación y mitigar el cambio climático.
Si todas las cuñas de recuperación se activan en las escalas temporales descritas “se demuestra que la abundancia de vida marina se puede recuperar dentro de una generación humana, de dos a tres décadas, para 2050”.
Carlos Duarte destaca que el ámbito en que la recuperación es más complicada es en el de los arrecifes de coral, sobre todo una vez que este año se ha confirmado un tercer episodio de blanqueamiento masivo de estas formaciones (tras los sucesos mortales del 2016 y 2017).
Los impactos del cambio climático son ya inevitables y eso limita el alcance de la reconstrucción de los corales tropicales a una mera rehabilitación parcial, en lugar de sustancial.
“Entre todos los indicadores, los arrecifes de coral son los que tienen el pronóstico de recuperación menos optimista”, dice Carlos Duarte a La Vanguardia. “En el escenario más favorable se podría alcanzar una recuperación del 10% sobre lo que hay ahora”, indica.
En cambio, “en el resto de elementos (indicadores) se pueden recuperar entre un 60% y un 90% de lo que se había perdido”
En el caso de los corales, tal pequeño nivel de recuperación tiene que ver con el impacto que ya han tenido a causa del cambio climático (calentamiento de las aguas junto con otros factores).
El cambio climático incide muy negativamente sobre las pesquerías.“Este fenómeno hace prever una disminución general de las pesquerías. Si no lo mitigamos, muchos de los esfuerzos que hagamos en otros ámbitos no darán los resultados buscados”, dice Duarte.
También repasa aciertos y desaciertos en materia de contaminación de las aguas y la atmósfera (plomo, vertidos residuales, eutrofización, fertilización de origen agraria, plásticos…) y se decanta por recuperar el sistema de depósito y retorno de envases plásticos al comercio para aumentar las pobres tasas de reciclado actuales.
El informe identifica como asunto capital la necesidad de mitigar el cambio climático mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los impactos del cambio climático son ya inevitable y eso limita el alcance de la reconstrucción de los corales tropicales a una mera rehabilitación parcial, en lugar de sustancial.
El objetivo de reconstruir la abundancia de vida marina solo puede tener éxito si se alcanzan los objetivos más ambiciosos dentro del Acuerdo de París, insiste el informe.
El éxito dependerá en gran medida también -se insiste- del apoyo social y político a esta misión.
De hecho requerirá un compromiso sustancial de recursos financieros.
No obstante, los autores del trabajo destacan que los beneficios ecológicos, económicos y sociales de la reconstrucción de la vida marina serán de gran alcance.
“Tenemos una pequeña ventana de oportunidad para brindar un océano saludable a la generación de nuestros nietos, y tenemos el conocimiento y las herramientas para hacerlo. No aceptar este desafío, y condenar a nuestros nietos a un océano destruido y sin medios de vida de alta calidad no es una opción “, concluye el profesor Duarte.