Entre julio y octubre, los Andes peruanos enfrentan una alta incidencia de incendios forestales que atentan contra la flora natural. En la región de Arequipa, caracterizada por suelos volcánicos secos y áridos, el impacto del fuego es particularmente grave, ya que estos sustratos presentan una alta repelencia al agua, lo que dificulta la regeneración del ecosistema tras los siniestros.
En septiembre de 2018, un incendio consumió cerca de 2.000 hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona ecológicamente valiosa. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación desarrolló mecanismos de resistencia al fuego, los suelos volcánicos de Arequipa carecen de esta capacidad adaptativa.
Investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) y la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA) analizaron muestras de suelo a 3.700 metros de altitud en la zona afectada. Sus hallazgos, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, revelan una pérdida significativa de carbono orgánico debido a la combustión y la erosión postincendio, lo que compromete la fertilidad del suelo y la recuperación de la vegetación.
Suelos con baja capacidad de retención hídrica
Uno de los problemas críticos identificados es la dificultad de estos suelos para absorber agua. Su alta proporción de arena y la pérdida de materia orgánica intensifican la repelencia al agua, provocando que el líquido escurra en lugar de filtrarse. Sin vegetación que retenga la humedad, se acelera la erosión y se agrava la degradación del ecosistema.
La investigadora Minerva García Carmona, de la UMH, explica que, a diferencia de los suelos mediterráneos, que retienen agua eficazmente, los suelos volcánicos andinos pierden esta capacidad tras los incendios. Además, el estudio destacó que la degradación del suelo varía según la vegetación predominante. En zonas dominadas por Berberis lutea (“palo amarillo del Perú”), el impacto fue más severo debido a su mayor biomasa combustible.
Riesgos y estrategias de mitigación
La región de Arequipa, considerada un “desierto frío” por sus bajas precipitaciones y temperaturas extremas, depende de la retención hídrica de sus suelos para sostener su ecosistema. En colaboración con comunidades campesinas locales y el Servicio Forestal de Arequipa, los investigadores buscan estrategias para aumentar la resiliencia del suelo frente al fuego.
Según Jorge Mataix Solera, experto en edafología, comprender la respuesta de estos suelos a los incendios es clave para desarrollar planes de prevención y restauración. Con el aumento de incendios debido al cambio climático, la investigación en esta región es crucial para mitigar el impacto ecológico y garantizar la sostenibilidad de estos frágiles ecosistemas.
¿Cuáles son las características de los ecosistemas frágiles?
Los ecosistemas frágiles son espacios naturales con características únicas que se encuentran en riesgo por diversos factores, como los desiertos, las tierras semiáridas, montañas, humedales, islas pequeñas, además de ciertas zonas costeras, páramos y jalcas.
Entre sus características se encuentran que:
- Son áreas de gran valor de conservación
- Tienen una gran riqueza de especies de flora y fauna
- Presentan especies amenazadas y endémicas
- Tienen tasas elevadas de recambio de especies o fluctuaciones de población
- Son inestables ante eventos importantes causados por el ser humano o la naturaleza
- Tienen baja capacidad de retornar a sus condiciones originales
- Factores de riesgo como la presión humana, la desertificación y la sequía.
Los ecosistemas frágiles son importantes, ya que tienen características y recursos únicos, por lo tanto su fragilidad se convierte en un criterio central de evaluación en la gestión de la conservación.
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