Cuando el ecologista y académico Josh Lawyer vio a su hijo de ocho años enfrascado con su consola, una idea le vino a la cabeza: ¿podrían los videojuegos transmitir el mensaje que tanto tiempo llevaba intentando difundir sin demasiado éxito? A pesar de los informes científicos y las continuas advertencias en los medios de comunicación, el cambio climático sigue siendo ignorado por muchos, por lo que cada vez más científicos y activistas se plantean si no habrá que buscar nuevas formas para comunicarse con el público.
Este mes, la publicación científica Proceedings of the National Academy of Sciences, publica una reflexión acerca de la validez de los videojuegos para este fin. Varios estudios, entre ellos dos sobre los juegos que desarrolló Josh Lawyer junto a otros académicos a través de la plataforma Earthgames, destacan que este tipo de medio puede transmitir conceptos complejos, provocar respuestas emocionales e incrementar la motivación para actuar.
Si uno de los grandes problemas para aplicar medidas políticas es priorizar las necesidades más inmediatas frente a las consecuencias futuras, quizá imaginarnos en medio de una riada o sin medios para encontrar agua despierte nuestro sentido de urgencia.
“Los videojuegos son medios de comunicación, que al igual que la televisión o la prensa, generan mensajes”, explica la investigadora Tania Ouariachi, que ha publicado varios estudios sobre videojuegos y medio ambiente, “pero a diferencia de los medios de comunicación tradicionales los videojuegos implican una comunicación más interactiva y de inmersión: el jugador tiene la libertad de elegir sus propios escenarios y secuencias narrativas, interviniendo así en su contenido”.
De hecho, cada vez hay más videojuegos que abordan el cambio climático. En el último año han aparecido títulos como ECO y Civilization VI: Gathering Storm, y organizaciones como la BBC, la NASA o National Geographic han desarrollado sus propias variantes como parte de sus campañas de información sobre el medio ambiente.
La temática resulta muy variada. En EarthGames, por ejemplo, hay juegos en los que uno debe enfrentarse a cuestiones tan acuciantes como prepararse para una sequía, confrontar la acidificación de los océanos o socorrer a un personaje que, como los Pokémons de realidad aumentada, aparece en nuestros móviles indefensos ante alguna catástrofe climática.
Sin embargo, como apunta Ouariachi, los videojuegos también tienen sus limitaciones. “En algunos casos, falta la rigurosidad científica, se crea confusión al combinar diversas problemáticas ambientales en un mismo juego y predomina la competición en vez de la colaboración”. Finalmente, apunta, hasta ahora muchos no han conseguido ser tan atractivos como los videojuegos comerciales.