Las discusiones y negociaciones en la COP29, la Cumbre Climática que se desarrolla en Azerbaiyán, continúan y el debate gira en torno al protagonismo que deberían asumir los países del G20 pero que todavía no asumen.
El grupo reúne a las naciones más poderosas del mundo, que son las que más contaminan. Al mismo tiempo, se trata de las que menos compromisos toman a la hora de luchar efectivamente contra el calentamiento global.
De hecho, las economías de estos territorios desarrollados son las responsables del 80% de las emisiones. Por el momento, si bien faltan varios días, se percibe una frustración ante un posible pacto y el pesimismo supera a las esperanzas entre los presentes.
Negociaciones en la COP29: ¿estancadas?
António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, se expresó en las últimas horas al respecto. “Me preocupa el estado de las negociaciones en la COP29″, dijo.
“Los países deben acordar un objetivo ambicioso de financiación para el clima que esté a la altura de la magnitud del reto al que se enfrentan los países en desarrollo”, agregó el máximo referente de la ONU.
En concreto, los representantes de los diferentes Estados discuten, por estas horas, cómo avanzar en el denominado “Nuevo objetivo cualitativo cuantificado” (NCQG). Esto es, esencialmente, quién pondrá el dinero para ayudar a los países más pobres a mitigar las consecuencias de la crisis.
Las cifras son dispares según quien las enuncie, pero algunos estiman, por ejemplo, que se requieren de un billón de dólares al año para compensar los daños a los territorios más pobres. Esto también sería para orientar el camino hacia la transición energética (el reemplazo de combustibles fósiles por fuentes denominadas “limpias”).
Sin embargo, cálculos más realistas plantean que, en verdad, descarbonizar las economías requeriría como mínimo 6 billones anuales hasta llegar a 2030.