Los Estados incumplieron sus compromisos de la última década para preservar la biodiversidad, advirtió el martes en un informe la ONU, en plena negociación para definir un nuevo plan 2020-2030 y tratar de frenar la pérdida brutal de especies.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) ya lo constató la semana pasada: entre 1970 y 2016, el 68% de la fauna salvaje desapareció, principalmente debido a la actividad humana, y esta erosión se está volviendo cada vez más violentamente contra el hombre, que requiere de los recursos del planeta para sobrevivir.
En 2010, unos 190 Estados miembros del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de la ONU se dotaron de un plan estratégico de diez años, con 20 objetivos llamados Aichi, para frenar esta degradación.
El balance deja mucho que desear, según el informe “Global Biodiversity Outlook 5”: “A nivel mundial, ninguna de las 20 metas se cumplió del todo, si bien seis se lograron parcialmente”.
Estos desafíos perseguían principalmente prevenir la extinción de especies amenazadas, reducir y de ser posible eliminar las subvenciones públicas que contribuyen a destruir la biodiversidad, gestionar de forma sostenible las reservas de peces y reducir la contaminación del plástico.
“Hubo algunos progresos (…) Por ejemplo, la deforestación retrocedió en un tercio, la gestión de la pesca mejoró, la superficie de las zonas protegidas aumentó (…) lo que redujo la extinción de especies”, declaró Elizabeth Maruma Mrema, secretaria ejecutiva del CDB.
Pero a la vez, la ONU constata amenazas sobre estos logros, como el hecho de que la tendencia se haya revertido recientemente en la Amazonía brasileña en términos de deforestación y de que la protección en algunas zonas todavía no se haya hecho efectiva.
Además, si bien la financiación para la biodiversidad se duplicó, las subvenciones a los sectores perjudiciales, estimados en 500.000 millones de dólares -de ellos 100.000 millones a la agricultura -, son mucho más elevadas.
El informe recomienda para los próximos años cambios profundos en ocho ámbitos: uso de tierras y bosques, agricultura, sistema alimentario, pesca y océanos, ciudades, agua potable, lucha contra el cambio climático y salud.
Concretamente, recomienda conservar o restaurar los ecosistemas terrestres y marítimos, desarrollar la agroecología, reducir el derroche alimentario, consumir carne y pescado de forma moderada, dar cabida a la naturaleza en las ciudades, inspirarse en la naturaleza para luchar contra el cambio climático y promover ecosistemas sostenibles para la salud humana.
“Estamos exterminando de forma sistemática el conjunto de seres vivos no humanos”, advierte Anne Larigauderie, secretaria ejecutiva del IPBES, el panel de expertos de la ONU sobre biodiversidad.
Sin embargo, todavía no es demasiado tarde, –asegura–, puesto que la “biodiversidad puede recuperarse rápidamente”, comparado por ejemplo con el tiempo que se necesita para revertir los efectos del cambio climático.
Este informe coincide con las negociaciones en curso para establecer un nuevo plan de acción hasta 2030.
El calendario se vio alterado por la crisis del covid-19 y la 15ª reunión del Convenio de la ONU sobre Diversidad Biológica (COP15), que debía celebrarse en octubre en China, fue aplazada a 2021.
El congreso mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en Marsella (Francia), pospuesto de junio de 2020 a enero de 2021, podría ser de nuevo postergado.
Aunque la pandemia provocó esta ralentización, la misma condujo a la vez “a que mucha gente tomara conciencia de que algo falla en la relación entre nosotros y el resto de la naturaleza”, afirma David Cooper, autor principal del informe.
“Tendremos nuevos objetivos”, agrega Cooper en relación a las negociaciones, no sin advertir: “Pero estos nunca fueron un problema, sino su cumplimiento” y “se necesitarán seguro más recursos”.