Un bloque grisáceo. Eso es a simple vista lo que en la Ceamse llaman ‘ladrillo ecológico’ o ‘bioladrillo’. No hay motivos para detenerse a analizarlo hasta no escuchar que lo llaman así. Entonces explican que se trata de un ladrillo que utiliza material orgánico de base en lugar de arcilla. Es decir que entre los elementos que lo componen puede haber una cáscara de banana.
‘Reemplazamos la arcilla por material bioestabilizado: dejamos de utilizar como principio básico para el ladrillo un material que no es renovable’, explicó Gustavo Rocca, uno de los técnicos que trabaja en el Complejo Ambiental Norte III, donde a comienzos del año que viene empezará a funcionar la planta que fabricará los ‘biobloques’.
Cuando Rocca habla de material bioestabilizado se refiere a material orgánico (que será separado en la planta de Tratamiento Biomecánico), como los restos de comida, que antes de ser incorporados en mezcla con agua, arena, cal y cemento, son sometidos a un proceso que dura entre 21 y 23 días en el que bacterias se encargan de quitarles vida orgánica y transformarlos en un material inerte, como un vidrio, que no tiene jugos y tampoco se pudre.
Una vez estabilizado el material pasa a una instancia en la que se lo tritura y ya queda listo para formar parte de la mezcla y finalmente cobrar forma de bloque.
Para ello, explican, se realiza un fraguado al natural: una vez en el molde sólo hay que dejar que la mezcla se seque y se endurezca. Otra diferencia con los ladrillos convencionales es que pasan por una instancia de ‘cocción’, que por lo general implica el uso de hornos que generan dióxido de carbono.
La planta, que según explican en el complejo, dependerá de la Ceamse y no de una empresa tercerizada, tendrá una capacidad de producción de cerca de 8 mil biobloques por día, aseguran.
En una primera instancia, los ladrillos ecológicos estarán destinados al uso interno de la empresa o a fines sociales.