La historia de cómo encontraron bolsas plásticas a 8.000 mts bajo el mar: “Llegaron antes que nosotros”

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Hace exactamente un año frente a la península de Mejillones en Antofagasta, se llevaba a cabo una de las hazañas más impresionantes de la exploración oceánica: por primera vez el ser humano se sumergía a 8.062 metros de profundidad en la fosa de Atacama. Un lugar que Osvaldo Ulloa -uno de los dos exploradores- imaginaba gris y falto de vida, resultó ser todo lo contrario. Sin embargo, no todas son buenas noticias.

Esto es parte del relato que el magíster en biología marina y director del Instituto Milenio de Oceonografía (IMO) compartió en el conversatorio del panel oceánico “Porvenir Turquesa”, en el marco de la tercera jornada del Congreso Futuro 2023. El principal evento científico del país dio pie al bloque oceánico con la conferencia de la aclamada científica jefe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, Sylvia Earle, quien, tras una ronda de aplausos que se prolongó por un minuto, relexionó -entre otras cosas- sobre lo afortunados que son los seres humanos del siglo XXI y de lo atónito que estaría Charles Darwin al conocer todo el desarrollo tecnológico actual y, como no, de Congreso Futuro.

La dinámica continuó con la presentación de los cuatro integrantes del conversatorio del primer panel oceánico de Congreso Futuro: el experto en política oceánica internacional, Max Bello; la cofundadora de la Red de Educación Latinoamericana para el Océano, Yolanda Sánchez; la especialista en el comportamiento de las ballenas a través de sus sonidos, Sonia Español; y uno de los participantes de Atacama Hadal, la primera expedición tripulada a las profundidades de la fosa de Atacama, Osvaldo Ulloa.

No vemos más que un tarro de atún

La conversación fluyó entre un vaivén de ideas, sonidos y emociones profundas. En primer lugar, Bello -al igual que Earl – destacaron la noticia del día: el rechazo a Dominga. “Hay pocos lugares, si es que este no es el único que conocemos, que tiene agua líquida”, comenzó el experto en política oceánica, que también recalcó la política turquesa del gobierno y el 43% de las áreas marinas protegidas. Refiriéndose al océano, señaló: “Nos da la vida, pero ¿qué le damos nosotros? Basura”.

En los siguientes minutos Bello reflexionó sobre los seres humanos y su inmensurable capacidad de extraerlo todo, hasta su propia vida. Ejemplificó con el atún, sobre el hecho de que las personas no ven más que un tarro de supermercado cuando en realidad son seres espectaculares: “He tenido el privilegio de estar nadando con atunes, es como estar enfrente de un jaguar”.

La necesidad de una ley de costas y resolver el problema de los plásticos también fueron parte de su intervención. Terminó haciendo un llamado a medir la trazabilidad del impacto propio en el océano porque “nosotros provocamos este problema y nosotros somos la solución”.

La primera voz inteligente en el oceáno

¿Qué nos dice el océano a través de las ballenas? Esa es la pregunta que en la que lleva 15 años trabajando Sonia Español, directora ejecutiva de la Fundación Meri, institución que promueve la investigación científica, educación ambiental e incidencia para la mitigación del cambio climático. La licenciada en Ciencias del Mar de la Universidad de Cádiz, España, compartió con los oyentes la importancia del rastreo de los mamíferos más inmensos del planeta.

La fundación, junto al Ministerio de Medio Ambiente, creó la primera voz inteligente en Chiloé; una boya que monitorea el océano con inteligencia artificial, cuya función principal es el rastreo de las ballenas. “Estos son los sonidos que realmente se escuchan debajo del agua” aclaró, tras reproducir un audio de los sonidos -ecos- de las ballenas. Señaló, además, que es difícil que estos mamíferos puedan comunicarse en medio de tanto ruido porque toda intervención, sobre todo la humana, produce un ruido que afecta al oceáno.

El sistema de escucha oceánica funciona de la siguiente manera; los equipos con inteligencia artificial son capaces de detectar la presencia de las ballenas. Una vez que tienen su ubicación, se envía un correo electrónico a la Armada que, finalmente, avisa a todas las embarcaciones presentes que tengan cuidado con las ballenas de la zona: “Con esta sencilla alerta podemos evitar la principal amenaza que tienen las ballenas, las colisiones contra su eco marítimo”

Español reiteró que las ballenas no solo son magníficas por su tamaño y belleza, sino que son fundamentales para el ecosistema, por lo que protegerlas es también proteger al planeta y a la humanidad. “Tienen nutrientes esenciales que fertilizan en sus rutas migratorias, generan oxígeno y vida. También absorben grandes cantidades de CO2, uno de los gases más importante del cambio climático”.

La basura llegó antes que el humano

Frente a este largo territorio de Chile se extiende un océano tan inmenso, que es difícil volver a tierra cuando el espíritu se ha adentrado en el mar

Con esa frase del ensayista Benjamín Subercaseaux, Osvaldo Ulloa, el primer chileno en sumergirse 8.062 metros en la fosa de Atacama, dio inicio a su relato inédito.

“Para la mayoría de los habitantes de Chile, el mar sigue siendo algo que se observa desde una ventana en la playa” inició, sentando en el centro de las sillas que formaban una media luna en el escenario. “La luz penetra solo una centena de metro y, por lo tanto, un océano que tiene cuatro mil metros de profundidad es un mundo que no conocemos”.

Hace cinco años el magíster en biología marina y director del IMO comenzó a explorar uno de los ambientes más extremos y remotos del país. En el 2018 ya habían realizado expediciones no tripuladas frente a las costas de Iquique, pero no fue hasta mediados de enero del 2022 que marcaron un hito: Atacama Hadal, la primera expedición tripulada a la fosa de Atacama.

El Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación y la Universidad de Concepción también fueron parte del proyecto, pero solo dos afortunados recorrieron los más de ocho mil metros: el explorador estadounidense Víctor Vescovo y el doctor Osvaldo Ulloa.

En la travesía, que duró casi diez horas, Ulloa relata cómo navegaron por fondos arenosos, paredes rocosas y acantilados. Se esperaban un mundo gris y falto de vida, pero fue todo lo contrario: “Uno piensa, ´¿cómo?, si no hay luz´, pero encontramos una riqueza de especie y colores”.

Entre las especies que hallaron tanto en 2018 como 2022, se encuentran camarones “gigantes” de más de ocho centímetros de largo y únicos de la fosa, que apodaron Eurythenes atacamensis. Además, peces azules que denominaron Paraliparis selti , por “selti” que significa “azul” en la lengua kunza. “Tenemos abajo un oasis debido a la biodiversidad que es prácticamente desconocido, y que es nuestra responsabilidad estudiar y proteger”.

Sin embargo, en palabras de Ulloa, hay malas noticias. Ambos exploradores no solo se toparon con colores, vida y nuevas especies, también con residuos plásticos. “Navegando en 8000 metros de profundidad nos encontramos con dos bolsas plásticas. Sentimos pena, sorpresa y vergüenza, la basura que estamos generando había llegado antes que nosotros”.

“Y seguramente va a seguir allí cuando nosotros no”, concluyó.

El director del IMO terminó su reflexión con una invitación al público: dejar un rato el mundo virtual, como las redes sociales, y salir a explorar el mar.

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