Las conclusiones del último informe sobre la contaminación en las montañas corroboran las devastadoras conclusiones de anteriores estudios semejantes. Desde la base de las colinas más domésticas, hasta la cumbre del Everest, el pico más elevado de la Tierra, los plásticos son los desechos más abundantes en todas las montañas del mundo.
Es el dramático resumen de los datos del informe Plastic on peak, realizado por GRID-Arendal, centro de informaciones ambientales sin fines de lucro con sede en Noruega, que ha realizado junto con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA, la Secretaría de Convenios de Basilea, Roterdam y Estocolmo, BRS, la Iniciativa de Investigación de las Montañas, MRI y la Federación Internacional de Escalada y Alpinismo, UIAA, entre otras entidades relacionadas con el ámbito de las montañas.
Se ha hecho coincidir su publicación con el Año Internacional de las Montañas, que se celebra en 2022, para denunciar la preocupante situación que produce la abundancia de estos restos a nivel global, con la intención de mejorar la responsabilidad individual para reducirlos, herramienta que el informe señala como la más eficaz para contener esta tendencia.
La encuesta se ha realizado a partir de 1.753 respuestas de personas visitantes de las montañas, procedentes de 74 nacionales diferentes repartidas por todos los continentes. Elaborada entre marzo y mayo de 2021, señala que, después de los plásticos, con el 88% del total de los residuos detectados en el caso de los plásticos duros, y un punto meno en el de los plásticos blandos, como bolsas y envoltorios.
El informe advierte de la resistencia de los plásticos a la radiación UV y a cualquier tipo de condición ambiental extrema, estimándose su duración en el medio natural durante largos periodos. “Una botella plástica de bebida energética puede permanecer más de 400 años en el medio natural”, señala Julio Barea, responsable de campañas de residuos de Greenpeace. En este sentido, conviene recordar el estudio de la Comisión Europea sobre el uso de los plásticos, que advierte que el 40% del plástico se destina a envases de un único uso como esas botellas desechables de refrescos.
El deterioro de los plásticos solo se produce después de una prolongada exposición ambiental. Lo que no quiere decir que el resultado sea mejor. Esa degradación los convierte en fragmentos microscópicos, que son removidos por todas partes del planeta. “Hemos encontrado microplásticos en la Antártida y en sus océanos. Uno de nuestros estudios, realizado en 2016, detectó microfibras textiles procedentes de prendas técnicas para deportes de montaña y aire libre”, relata Barea. Diferentes informes han confirmado la presencia de estas micropartículas plásticas en el plasma sanguíneo y otros órganos del cuerpo humano.
Los desechos orgánicos ocupan la segunda posición en el ranking de las basuras presentes en las montañas, con el 61% sobre el total detectado. Amenaza certera para la salud, por el riesgo de contaminación de las fuentes de agua, entre ellos se incluye el papel higiénico y el utilizado para limpiarse la orina después de miccionar y las toallitas higiénicas para el mismo uso. A su peligrosidad, se une un considerable efecto antiestético y gran durabilidad. El papel higiénico puede permanecer en la naturaleza sin degradarse hasta cien años.
Cartones, vidrios, restos textiles de prendas deportivas y residuos metálicos les siguen, ocupando las últimas plazas restos electrónicos y pilas.
Respecto a dónde tiramos las basuras el informe ha detectado una preocupante coincidencia: la inmensa mayoría de los desechos se localiza en las zonas que frecuentan visitantes ocasionales de las montañas, como senderistas, excursionistas y montañeros, no las personas residentes en las áreas montanas.
Los sitios donde se ha detectado mayor acumulación de basura plástica son los márgenes de los caminos y sus puntos de descanso, con el 81% del total. Les siguen aparcamientos y zonas habilitadas para caravanas, 77%. En tercera posición está el entorno de los refugios y cabañas de montaña, 62%. Destaca que en las cimas de las montañas se acumula el 46 por ciento del total de residuos detectados.
La metodología empleada en la elaboración del informe solo permite ofrecer datos estimativos. Señalan estos que la mayoría de los encuestados, 46%, consideraron que, en una salida normal de una jornada por la montaña, podrían llenar el bolsillo superior de su mochila con los residuos detectados. El 26%, señalaron que podían haber llenado la mitad de una mochila, en torno a un volumen de 30 litros de basuras; mientras que el 15% señaló haber visto suficientes desechos como para llenar varias mochilas, un volumen superior a 100 litros.
OCÉANOS Y MARES
El informe hermana de manera sorprendente a las montañas con otro gran ecosistema muy alejado de ellas: los mares y océanos. Lo hace precisamente por medio de las basuras. Coincide con un estudio realizado por el PNUMA en 2018, según el cual los dos grandes ecosistemas, sistemas montañosos y océanos y mares del planeta, están conectados a través de los arroyos, ríos y corrientes fluviales, que tienen sus cabeceras en las primeras y mueren en los segundos.
Verdaderas autopistas libres de peaje, por estas corrientes de agua circulan directas a las grandes masas acuáticas los desechos abandonados en las altas tierras. Ayudadas en ocasiones por el hombre y en otras por agentes naturales como la lluvia, el viento, la erosión y otros fenómenos, el mayor porcentaje de basuras, hasta el 60% en algunas áreas, que se almacena en el mar, procede de los ríos.
Las previsiones señalan que estos desechos abandonados crezcan en las próximas décadas, sin que se intuya una solución ni fácil ni a corto plazo para el problema. Los responsables del informe de GRID-Arendal instan a “mejorar la responsabilidad individual como clave para reducir estos desperdicios”. Algo que se resume en el principio universal Leave no trace, No dejar rastro. Conseguir esta concienciación solo puede ser posible, advierten, con la mejora educacional sobre las consecuencias de arrojar basuras.
Una segunda condición para reducir su presencia en las montañas pasa por la mejora de las infraestructuras para su gestión. Como tercer instrumento, el estudio indica la mejora en el uso y la creación de un mayor número de alternativas sostenibles, más duraderas y reutilizables para los envases y embalajes actualmente disponibles en el mercado.