Osvaldo, la cara del reciclaje empresarial: de ganar millones con mascarillas a reutilizar plásticos

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Se llama Osvaldo Sánchez, tiene 46 años y, antes del estallido de la pandemia en España, decidió montar una empresa de mascarillas. El éxito, aunque él no lo sabía, estaba asegurado. Llegaron a producir 600.000 mascarillas quirúrgicas y 200.000 FFP2 cada día con 10 máquinas a pleno rendimiento.

Los 85 empleados de Mascarillas Alcalá se esmeraban todo lo que podían y surtió sus frutos hasta que la alerta sanitaria decayó y el uso de mascarillas se redujo. Ahora, en un nuevo salto empresarial, parece que el empresario ha vuelto a acertar con Neoplastic, la única compañía en España que produce film transparente generado al completo mediante plásticos reutilizados.

Esta es su historia. Sánchez, profesional que hasta ese momento se dedicaba al sector de las telecomunicaciones, fue de esas personas que supo ver el nicho comercial que abría la pandemia unas semanas antes de que el covid cerrara España. Se valió de sus contactos en China para imaginar lo que pronto, y no se equivocó, podía suceder en latitudes más cercanas. “Cuando empezamos a escuchar los primeros casos de contagios aquí, a finales todavía de 2019, decidimos apostar a lo grande, porque ya no solo era España, sino que toda Europa estaría en condiciones similares”, relata el empresario. En aquel momento, los países del Viejo Continente todavía se afanaban en enviar la mayor cantidad de mascarillas posibles el país asiático. “En poco tiempo, estaríamos desabastecidos”.

Sus predicciones se hicieron realidad, y eso fue lo que le granjeó uno de los mayores éxitos de su carrera empresarial. Fundó la marca comercial Mascarillas Alcalá, por la ciudad en la que se ha criado este costarriqueño, Alcalá de Henares. “Conseguimos traer de China un par de máquinas que trabajaran material quirúrgico y otra para mascarillas FFP2”, admite. Las recibieron en febrero de 2020 y, desde entonces, no han dejado de producir este producto sanitario que llegó a aumentar su precio desorbitadamente antes de que el Gobierno nacional regulara su precio.

La alerta sanitaria infla los precios

Mientras la pandemia empeoraba a nivel social, a Sánchez le iba cada vez mejor. “Al principio no estábamos muy confiados, pero sí se empezaban a escuchar más y más casos de covid, así que empezamos con las FFP2”, dice. Así llegó marzo, el mes del confinamiento total, del colapso de los centros sanitarios, del desabastecimiento de los productos mínimos indispensables para evitar el contagio de esa enfermedad que producía miles de muertos todos los días en el mundo. “Los precios se inflaron y se llegaron a pagar ocho euros por una FFP2”, rememora el ahora empresario dedicado, mayormente, a la reutilización de plásticos. Mascarillas Alcalá tuvo lo que el empresario define como conciencia social. Así, abrieron la web mediante la que cualquier español podía adquirir sus mascarillas a un precio asequible. “Decidimos certificarnos, además, para dar la mayor relación en calidad-precio posible”, incide Sánchez.

Este empresario en ningún momento fue ajeno al “revuelo”, tal y como lo describe, que se formó en la Comunidad de Madrid por la compra de mascarillas en el sector público. “Aquello nos frustró mucho porque la Administración pública española no apostaba por una empresa española como nosotros. Veíamos que las mascarillas venían sin controles ni certificados y que se vendían con total impunidad en el mercado español mientras a nosotros nos ponían muchos impedimentos administrativos para empezar a funcionar. Preferían comprar mascarillas de países extranjeros, y eso que generábamos muchos puestos de trabajo”, se queja.

El negocio

Así es, en Mascarillas Alcalá llegaron a estar empleadas 85 personas, trabajando en turnos de 24 horas. De todas formas, esta marca nacional de mascarillas llegó a cerrar contratos con otras tantas administraciones públicas y exportó su material a países como Italia, Reino Unido y Alemania. La producción no paraba ni un solo segundo, las ventas iban a más y decidió aumentar la infraestructura, así que volvió a importar materiales y maquinaria chinas. “Han sido casi tres años de mucho trabajo, un proyecto realmente bonito, aunque una aventura de riesgo al principio porque no sabíamos lo que iba a pasar”, explica Sánchez. Con respecto a la cuenta de resultados, la producción aproximada de 600.000 mascarillas quirúrgicas y 200.000 FFP2 cada día les granjeó una facturación de entre 15 y 20 millones de euros en 2020, unos 10 en 2021 y unos cinco millones de euros en 2022.

“Cuando vimos que las mascarillas dejaban de tener tanto impacto, pensamos en otro negocio, y así fundé Neoplastics, que también tiene esa línea social de ayudar a la población y, en concreto, al medio ambiente”, introduce su nuevo negocio Sánchez. La factoría actual, de 16.000 metros cuadrados de parcela y 8.000 de nave, se ubica en Camarma de Esteruelas, un pueblo a escasos siete kilómetros de la ciudad complutense de Alcalá de Henares. Ese es el tercer enclave por el que ha pasado Sánchez desde que empezó con Mascarillas Alcalá: la nave de 120 metros cuadrados que tenían pronto se quedó pequeña, y pasaron a otra de 600 en Meco, otro pueblo próximo, pero Neoplastics necesitaba mucho más.

La rentabilidad de la economía circular

En la nave de Camarma continúa abierta una línea para la producción de mascarillas durante un solo turno en la que emplean a unas 15 personas, cuando hacía meses llegaron a tener una decena de máquinas trabajando las 24 horas del día. Pero eso no es lo que llama la atención de la nave, pues en una parte del aparcamiento se encuentra repleta de cubos de plásticos desechados. Todos esos envases y botellas que cualquier ciudadano arroja al contenedor amarillo conforman la materia prima con la que Sánchez ha encontrado su nuevo nicho de mercado. Una vez dentro de la factoría, un ruido y olor propios te indican dónde estás. “Hemos querido reutilizar todo el personal que hemos podido, y ellos han querido, desde Mascarillas Alcalá a Neoplastic”, recalca el empresario. El 90% de la plantilla la conforman los mismos trabajadores que antes, aunque en este caso son 45 personas trabajando en Neoplastic.

Sánchez, además, tiene bien aprendido el discurso sobre el medio ambiente: “Apostamos por la economía circular, así que no solo contribuimos a la sociedad, sino también al medio ambiente”. A ello se añade, dice, la conciencia que el Gobierno español ha adquirido tras la aprobación de la normativa europea que estipula que todas las empresas estarán gravadas con 0,45 euros por cada kilo virgen de plástico que utilicen.

Una empresa pionera en España

“Gracias a Neoplastic, muchos fabricantes no tienen que aplicar ese impuesto, porque lo nuestro es 100% reutilizado”, repite el propio Sánchez mientras se dirige a una de las máquinas en las que limpian el plástico que reciben y lo preparan para su reutilización. En su caso, se han especializado en el film transparente, un material tan utilizado de manera casera como industrial. “Nosotros hacemos este plástico que utilizan en muchos centros logísticos e industrias y que sirve para envolver palés y que suele ser de un solo uso, porque, una vez que lo cortan, se desecha”, describe este promotor de la empresa de reciclaje. De esta forma, la empresa se ha convertido en la única compañía española que se dedica a la generación de este tipo de plástico, el film estirable. “Ahora, sobre todo, trabajamos con el mercado español, aunque tenemos mucha demanda para vender fuera”.

Así pues, empresas de logística y distribución son la clientela habitual de Neoplastic. 2020, el año en que la facturación se aproximó a los 20 millones de euros, queda lejano para Sánchez. Aun así, ha decidido no desmantelar la maquinaria que tantos beneficios le granjeó. “Están en otra nave y se podrían poner en funcionamiento en cualquier momento. Esperemos que el covid termine pronto, y que no aparezcan nuevas variantes. Lo importante es que la infraestructura no se pierda”, concluye no sin antes advertir que su idea es seguir creciendo desde Neoplastic, mantener la línea de producción de Mascarillas Alcalá y dar un pequeño empujón a la empresa que dirigía en un primer momento, antes de la pandemia, dedicada al desarrollo de software e inteligencia artificial.

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