La aparición de grandes cantidades de pellets de plástico en varias playas de Galicia ha puesto en alerta a organizaciones ecologistas, que piden a las autoridades actuar de forma inmediata para evitar un desastre medioambiental. Como respuesta, la Xunta de Galicia ha activado un plan de contingencias por contaminación marina accidental, al tiempo que voluntarios acuden a las costas para retirar los microplásticos.
El vertido procede de contenedores del mercante Tocano, que cayeron al mar mientras este navegaba en aguas portuguesas. Desde allí, los microplásticos llegaron a Galicia, extendiéndose hasta zonas de la costa de Oleiros, Outes y de la Mariña lucense, según han notificado los ayuntamientos y la Asociación Noia Limpa. La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha asegurado que sigue la evolución del vertido y ha ofrecido a la Xunta la “colaboración y ayuda que consideren necesaria”.
La Xunta ha descartado elevar el nivel 1 de emergencia —el mínimo— al 2, como le pide el Ejecutivo para poder actuar en las costas con sus medios. La vicepresidenta primera y conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, asegura que los técnicos y los biólogos “no lo creen necesario”, puesto que los pellets vertidos no son “ni tóxicos ni peligrosos”. En este sentido, sostiene que se trata de plástico que hay retirar y evitar que quede enterrado en la arena.
¿Qué son los pellets de plástico?
Los pellets que han llegado a las costas gallegas son gránulos de plástico (conocidos en inglés como ‘nurdles’) de menos de cinco milímetros que suelen utilizarse en la industria para la fabricación de productos plásticos. En otras palabras, son la materia prima con la que se fabrican multitud de productos de uso cotidiano como botellas o bolsas.
Por lo general, los pellets de plástico están compuestos de polietileno, polipropileno, poliestireno, cloruro de polivinilo o resinas sintéticas. No deben confundirse con los pellets de biomasa, pequeños cilindros creados a partir de serrín que se utilizan para calentar estufas o calderas. Este producto no es contaminante ni tóxico, pero los de plástico sí pueden serlo.
¿Cómo pueden afectar al medioambiente?
La presencia de pellets de plástico en el mar está documentada ya desde la década de los setenta. En su mayoría, provienen de derrames accidentales como el que ha ocurrido en las aguas de Portugal y, dado que estos productos son tan pequeños como para ser arrastrados por el viento y las mareas, es frecuente que se muevan muy rápido y se desplacen hacia otras zonas. A medida que estos pellets van degradándose, se vuelven cada vez más pequeños, pero tardan mucho en descomponerse por completo.
De esta manera, pueden alterar los ecosistemas. Por una parte, porque los animales marinos pueden confundir estos microplásticos con alimentos y acabar muriendo de inanición debido a la falta de nutrientes. Por otra, porque los ‘nurdles’ pueden absorber toxinas que los animales ingieren. La captura de peces y moluscos para el consumo humano puede hacer que los microplásticos lleguen, también, a nuestros platos.
¿Suponen riesgos para la salud humana?
La Agencia Española de Seguridad Alimetaria y Nutrición (AESAN) aclara que “los peces pueden mostrar altas concentraciones [de microplásticos], pero dado que están presentes principalmente en el estómago y los intestinos, generalmente son eliminados y no constituyen una importante fuente de exposición para los consumidores”.
Sin embargo, este no es el caso de los crustáceos y mariscos bivalvos, pues, al consumirse también su tracto digestivo, “podrían más directamente llegar al consumidor”. Además, se ha detectado presencia de microplásticos en productos como la miel, la cerveza o la sal marina.
Los efectos exactos del consumo de microplásticos en la salud humana todavía se desconocen. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) calificó la presencia de microplásticos y nanoplásticos como “riesgo emergente”, si bien evidenció la falta de información científica al respecto.
Existen hipótesis que apuntan a irritaciones e inflamaciones de ciertos tejidos en los mamíferos, pero sólo existen estudios de laboratorio con animales. En la actualidad, las autoridades alimentarias y sanitarias trabajan en recopilar más datos para una correcta evaluación del riesgo para los seres humanos.
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