Más de 16.000 objetos de más de diez centímetros, entre ellos unos 6.000 satélites –sólo un millar operativos– orbitan alrededor del planeta, junto con los asteroides. Con el fin de evitar graves accidentes y desastres, la Agencia Espacial Europea ha puesto en marcha un programa de detección de colisiones.
Hace tiempo que el espacio dejó de ser un lugar vacío y solitario. Hoy día, hay cantidad de basura espacial excedente de los intentos del hombre por conquistar los rincones del Sistema Solar. De hecho, la Agencia Espacial Europea (ESA) estima que, de los más de 6.000 satélites lanzados desde el comienzo de la era espacial, menos de 1.000 se mantienen operativos, mientras que el resto ha vuelto a entrar en la atmósfera o sigue en órbita abandonado a su suerte. Esa situación, según la agencia, implica un alto riesgo de generar nuevos fragmentos de basura espacial si sus baterías o el combustible que queda en sus depósitos llegasen a explotar. Por eso, han decidido desarrollar un programa de radares que controle esta situación y avise antes de un grave accidente.
Al menos 16.000 objetos de más de diez centímetros de diámetro y cientos de millones de pequeñas partículas orbitan a velocidades de vértigo alrededor de la Tierra, en muchos casos interponiéndose en la trayectoria de naves espaciales o satélites artificiales y amenazando su integridad física. Estos escombros galácticos son en su mayoría grandes restos de cohetes, viejos satélites ya en desuso o componentes de artefactos espaciales, como motas de polvo o trozos de pintura. La colisión de una nave espacial o un satélite con estos residuos puede suponer un daño grave y costoso de reparar, así como la generación de más fragmentos que se acumularían en torno a la Tierra en forma de basura espacial.
«Un ejemplo sobre el potencial dañino de esos restos, un tornillo de aluminio de apenas dos centímetros que sobrevuele la Tierra a una velocidad de 7,5 kilómetros por segundo tiene un “diámetro letal” suficiente como para destruir un satélite y provocar su explosión, debido a la energía que contiene», explica Emmet Fletcher, director de Vigilancia y Seguimiento Espacial de la ESA. Incluso si no se volvieran a lanzar ya nuevos satélites, las simulaciones muestran que los niveles de fragmentos en órbita seguirían aumentando, situación por la que la ESA justifica la puesta en marcha de su programa Conocimiento del Medio Espacial (SSA).
Gian Maria Pinna, el responsable del segmento Tierra del programa Conocimiento del Medio Espacial de la ESA, explica en qué consiste la puesta en marcha de un conjunto de radares y telescopios que puedan dar la voz de alarma de futuras colisiones y cómo establecer una serie de protocolos de transmisión a las diferentes agencias espaciales internacionales. «Nosotros vamos a adelantarnos a las circunstancias y a prever las situaciones peligrosas. Nos limitaremos a informar a los dueños de los satélites antes de la colisión y serán ellos quienes decidan cómo se modificará la órbita», explica Pinna.
El nuevo radar, que contará con dos centros en las afueras de París, tendrá un coste de cuatro millones de euros y será construido por el centro de investigación francés Onera conjuntamente con cinco socios industriales de España, Francia y Suiza. Las observaciones del radar se cotejarán con las que lleve a cabo el encargado por la ESA al grupo español Indra en 2010. El radar que fabrica Indra es monoestático, es decir, que tiene una única estación desde la que se emiten energía electromagnética hacia un objetivo y analiza la señal que recibe. El nuevo es biestático, lo que significa que la señal se lanza desde un centro de forma continua y el rebote se recibe en otro.
Las mediciones de estos dos centros, muy aptos para detectar objetos que se encuentran en órbitas bajas, se completarán con una compleja red de sensores, que incluirán centros de procesamiento y telescopios ópticos, más adecuados para la detección de desechos que se encuentran en órbitas medias o geoestacionarias. «Además, contamos con el apoyo de distintos telescopios. Trabajamos para ampliar la abertura de sus espejos primarios y que el espectro que nos dejan vislumbrar supere el metro actual, y mejorar así la sensibilidad de detección de cuerpos extraños», explica Fletcher. El objetivo no sólo se ciñe a la basura, sino que también «tiene en cuenta la aparición de meteoritos o asteroides», añade Fletcher.
Papel de España
En este sentido, los expertos destacan el papel de España, con la participación de los telescopios para las órbitas geoestacionarias de la ESA Tenerife –en concreto en el Teide– y de Granada. Asimismo, el radar monostático, que prepara Indra y que será puesto en marcha en los próximos meses, tendrá su sede en la localidad madrileña de Santorcaz. «España lidera parte del programa del control de la basura espacial y es desde el ESAC donde se coordinará el proyecto», apunta Pinna.