Los hechos ocurrieron en el club hípico de la provincia de Cádiz, cuando ante testigos presenciales, el torero causó heridas graves en el hocico de un caballo.
El pobre animal según los presentes mostraba heridas profundas y sangrantes derivadas de la utilización de “serretas vivas”, que son instrumentos de castigo fabricados con pinchos de hierro, que se colocan directamente sobre la piel del hocico de los caballos.
Según han explicado los expertos, estos artilugios oprimen con violencia a los caballos pues el hocico es una zona muy sensible y con gran cantidad de terminaciones nerviosas, haciendo que si no cumple las ordenes del jinete, los pinchos se incrusten en la piel del animal.
No es una gran condena, pero si la primera que recae sobre un torero. Tal vez, el inicio de muchas más por su cruel profesión.