Es el ave acuática ‘más joven’, menos estudiada y a la vez, más famosa de Santa Cruz, la única región del mundo donde habita y nidifica. Hasta su hábitat (la estepa patagónica) llegan todos los veranos miles de observadores foráneos para avistar sus cortejos (hipnóticos bailes nupciales), aunque fuera de esa geografía hostil, pocos argentinos han escuchado su nombre y acaso sepan que podría desaparecer esta misma década.
Sobre el macá tobiano, de esa especie endémica de Santa Cruz se trata, pesa una espada de Damocles: la del cambio climático en alianza con la progresiva alteración de su hábitat. Según los científicos, es el ave más vulnerable del país, seguida por el cauquén colorado, arrasado por el furtivismo en el sur de la provincia de Buenos Aires.
En peligro crítico de extinción, por la desertificación de las lagunas donde anida, la erosión de los suelos y el aumento en la intensidad de los vientos que barren con sus nidos, los macaes libran una lucha desigual de supervivencia en la meseta en altura del Lago Buenos Aires, en la Patagonia andina santacruceña.
Desde 2009, dos ONG pelean por su supervivencia y su lucha ha sido sindicada por instituciones internacionales como uno de los proyectos de conservación más importantes a nivel mundial. Aves Argentinas (AA),la primera ONG ambientalista del país, que este año cumple 100 años de vida, junto a Ambiente Sur, han logrado recuperar su población con trabajos de campo in situ y guardianes de colonias que acampan en las lagunas donde anidan y combaten a sus depredadores.
El proyecto de conservación, apostado en la Estación Biológica Juan M. Barnett, la primera en su tipo en suelo patagónico, estudia su biología y sus amenazas y traza estrategias de protección, monitoreadas por biólogos, naturalistas y voluntarios argentinos y extranjeros.
La creación, en enero pasado, del Parque Nacional Patagonia con 52.000 hectáreas resultó en un impulso vital para preservar la especie, que nidifica en verano sólo en lagunas provistas de una planta flotante llamada vinagrilla, y en invierno migra, en un viaje nocturno, cuando merma el viento.