Entre las nuevas especies hay nativas que regresaron a la zona; ejemplares originarios del litoral, la región pampeana y hasta de la Patagonia, que nidificaron o están de paso en su camino de migración; y aves liberadas por porteños o que escaparon de sus jaulas y conformaron una población.
Junto a la aninga, el ñacurutú es otra de las especies ‘estrellas’ que ahora habitan los bosques. Se trata del búho más grande de América. Mide medio metro y se alimenta de roedores, palomas y aves chicas. ‘Lo más cerca de la ciudad que se las veía era en el Delta o en la isla Martín García. Pero desde 2015 las tenemos en Palermo, donde tienen nidos y si uno es paciente, de noche se los puede ver cazar’, asegura Cinthia Guevara, veterinaria y una de las observadoras que acompañó a Carús con sus registros.
El carpintero bataraz chico se sumó a la población de la zona atraído por las tipas añejas que hay a lo largo de Libertador y que tienen una corteza fácil de picar en busca de larvas e insectos.
Otros habitantes nuevos son los gavilanes mixtos, un ave rapaz que mide medio metro y se alimenta de roedores y palomas.
El pato picazo, originario de las lagunas pampeanas, también se instaló en los lagos de Palermo. Pese a lo que muchos creen, Carús explica que pueden volar mucho y alcanzar un nuevo hábitat lejos de su lugar de origen. Un pájaro de la Patagonia, el yal negro, en cambio, empezó a usar los bosques como un lugar de descanso en su camino hacia zonas más cálidas durante el invierno.
Las 44 especies nuevas y las 126 ya registradas que se podían ver en la zona figuran en el listado que se puede descargar en Facebook en la página del Club de Observadores de Palermo.