El éxodo, causado por las extremas dificultades para vivir en un Puerto Rico devastado, ya está al nivel o ha superado al de los cubanos del Mariel en los ochenta o a los desplazamientos provocados por el huracán Katrina.
Su ritmo vertiginoso no tiene freno. ‘Todo parece indicar que se acelerará y se convertirá en la ola migratoria más grande y sostenida en la historia de la isla y quizás del Caribe’, afirmó Jorge Duany, especialista en Puerto Rico de la Florida International University.
Entre 1945 y 1965 hubo un flujo de 640 mil boricuas a Estados Unidos, y de 2000 a 2016 otro de 696 mil, apunta Duany, intensificado desde hace una década por la interminable recesión puertorriqueña.
El año pasado residían en Estados Unidos 5,4 millones de personas originarias de la isla, dos más que los 3,4 millones que vivían en la isla antes de María.
La nueva estampida agravará el despoblamiento de Puerto Rico y su crisis económica por más que se disparen las remesas. Los efectos del huracán son tan demoledores como sus vientos: mientras el país sigue en ruinas, con las infraetructuras en un estado deplorable, la mitad de la población sin energía eléctrica y con el pronóstico de que no se recuperará hasta 2044.