En Parque Avellaneda, el barrio que alberga al enorme y tradicional predio del que adoptó su nombre, hay alguien que no respeta la vida de los animales. Pero tampoco la de los vecinos, sobre todo la de los más pequeños, ya que desde hace poco más de un año se inició una matanza de mascotas que, según los residentes de la zona, bien podría trasladarse a los niños.
Desde abril de 2017 a la fecha, cerca de 40 perros murieron envenenados en el barrio, y unos pocos pudieron ser tratados a tiempo y salvar su vida. Todos presentaron los mismos síntomas y todos se movieron por un radio que, desde el comienzo de esta seguidilla de casos, pasó a ser zona prohibida para las mascotas. Se trata del perímetro comprendido entre Directorio, Lacarra, José Rodó y Martínez Castro, y también algunas cuadras de Tandil.
Ese es el circuito que muchos vecinos utilizan para pasear a sus perros y llegar hasta el parque, y en el que desde hace once meses se fueron sucediendo los envenenamientos. ‘Fue un sábado a la tarde, era Semana Santa, yo estaba en la puerta y Chavito, mi perro, salió y caminó hasta la esquina. Lo llamé para que vuelva y entró, se fue hasta la pieza de mi hijo, se acomodó a sus pies y fue fulminante. Quedamos shockeados, en minutos se nos había muerto sin saber qué pasó’, cuenta todavía movilizada Andrea Acciarressi.
Lo que siguió fue confirmar las causas de la muerte y hacer la denuncia en la Comisaría 40, donde en cuestión de semanas los casos se multiplicaron. ‘El responsable pergeña, loco no está, porque cuando llueve espera y vuelve a tirar el veneno, lo coloca en algún alimento, hace toda una inteligencia. Sabe que está haciendo un daño tremendo’, se indigna Andrea.
Tras las pruebas realizadas en algunos de los animales afectados, y por la similitud de los síntomas en todas las víctimas, se pudo comprobar que se trata de la sustancia estricnina, un alcaloide que se utiliza habitualmente como pesticida para matar pequeños vertebrados, en particular pájaros y roedores.
Los vecinos se acercaron numerosas veces a la dependencia policial de la zona, pero no hay datos concretos. ‘Es algo difícil de controlar ya que hay que tomar el momento justo en el que se realiza el acto de tirar comida o cebos envenenados. Pero los oficiales saben que esta es una problemática barrial y están atentos a lo que pueda suceder’, aportan desde la comisaría.
La mayor traba para dar con el paradero del o los responsables, es la ausencia de cámaras en el área, tanto del Gobierno de la Ciudad como de comercios o particulares. ‘Hay cámaras del Centro de Monitoreo en Alberdi y Lacarra, y en Directorio y Mariano Acosta, y una investigación de la Comisaría de la zona desde el año pasado’, responden desde el Ministerio de Seguridad porteño.