En nuestro Sistema Solar, los planetas y el 99,9% de los asteroides giran en la misma dirección en torno al Sol, en sentido contrario a las agujas del reloj. Por ejemplo, Júpiter comparte su órbita con unos 6.000 asteroides troyanos que avanzan todos en el mismo sentido.
El asteroide 2015 BZ509, descubierto en 2015, es el único conocido que se desplaza en dirección contraria a ese planeta y su ejército de asteroides.
El año pasado, cuando se confirmó su trayectoria retrógrada usando el Gran Telescopio Binocular de Arizona, se pensó que no sobreviviría mucho tiempo debido al riesgo de colisión, pero las simulaciones realizadas por el equipo de Paul Wiegert, de la Universidad de Ontario (Canadá), confirmó que este renegado seguirá intacto su peculiar camino durante millones de años.
Los astrónomos Helena Morais, de la Universidad Estatal Paulista (Brasil) y Fathi Namouni, del Observatorio de la Costa Azul (Francia), han realizado simulaciones numéricas para reconstruir la trayectoria de este asteroide hasta los orígenes del Sistema Solar.
‘Nuestros resultados muestran que este asteroide ha estado en su estado actual desde las etapas tempranas del Sistema Solar hace unos 4.500 millones de años’, explicó Morais.
‘El Sistema Solar no podía generar órbitas retrógradas en aquella época, todo se movía en la misma dirección, así que la única posibilidad que queda es que este cuerpo fuera capturado de otro sistema estelar’, explicó la astrónoma, cuyo estudio se publicó revista de la Real Sociedad de Astronomía de Reino Unido.
Las estrellas se forman en cúmulos con varios astros nacientes, cada uno con sus propios planetas y asteroides. Los dos astrónomos argumentan que fue entonces cuando el asteroide fue arrastrado al Sistema Solar atraído por la gravedad de Júpiter y quedó anclado en su órbita, donde ha sobrevivido hasta ahora.
‘La probabilidad de una colisión entre asteroides es muy baja, lo más peligroso en este caso son las perturbaciones que suceden al cruzarse con los planetas gigantes’, señaló Morais. El 2015 BZ509 se cruza con Júpiter dos veces cada 11 años y medio, el tiempo que este gigante gaseoso tarda en completar una órbita en torno al Sol. En este caso, la distancia más corta entre ambos es de 176 millones de kilómetros, pero estos encuentros son esenciales, pues Júpiter le pega un pequeño tirón gravitatorio al asteroide que le permite seguir en esta órbita sin desviarse.
‘A raíz del caso de Oumuamua [un asteroide detectado en 2017], ha resurgido el interés por posibles objetos de procedencia interestelar en nuestro Sistema Solar’, explicó José Luis Ortiz, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía.
‘No obstante, en un reciente congreso de hace poco más de un mes, unos investigadores japoneses dieron argumentos muy plausibles desde el punto de vista estadístico en contra de que Oumuamua provenga de fuera de nuestro Sistema Solar, y es posible que el asunto no quede completamente zanjado hasta dentro de un tiempo. Yo creo que algo similar puede ocurrir con este otro objeto, en el sentido de que la hipótesis es razonable, pero seguramente hay otras posibilidades’.
Este asteroide podría ser en realidad un cometa. En este tipo de cuerpos las órbitas retrógradas son mucho más habituales (la mitad de los cometas en la nube de Oort en los confines del Sistema Solar lo son), entre ellos el célebre Halley. Hasta el momento no se ha observado que este asteroide tenga una cola y será difícil descartar esta hipótesis pues el cuerpo pasa bastante lejos del Sol y posiblemente nunca reciba suficiente calor como para activarlo, explicó Wiegert en su web.