Shoyna, una aldea pesquera en las gélidas costas del Mar Blanco, está desapareciendo lentamente bajo la arena que se traga casas enteras, con sus techos apenas visibles por encima de las dunas.
Para los niños pequeños, es un lugar mágico: una caja de arena con toboganes naturales en todas partes. Para todos los demás, la vida en este paisaje árido puede ser un desgaste diario.
Anna Golubtsova vive en el segundo piso de su casa. El primer piso se convirtió en una playa inoportuna. “Tendremos que contratar una topadora para hacer retroceder la arena, y otra vez el año que viene”, dijo.
Una casa cercana estaba tan tapada por la arena que sus habitantes tenían que entrar y salir a través del ático. Los residentes dicen que más de 20 casas habían quedado completamente sepultadas.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Shoyna era un puerto pesquero próspero, y los antiguos cortos noticiosos soviéticos contaban historias sobre cómo es que los pescadores del lugar superaban sus objetivos. Pero la sobrepesca no sólo agotó las reservas locales, sino que probablemente arruinó el ecosistema de la zona. Barcos de arrastre dejaron el lecho marino sin cieno ni algas. Y sin nada que retuviera la arena en su lugar, las olas comenzaron a llevarla a la orilla.
Se sospecha que la disrupción del suelo marino, combinada quizá con un cambio en el lecho del río que corre a través de Shoyna y desemboca en el Mar Blanco, es la causa más probable de la invasión de arena, dijo Sergey Uvarov, coordinador del proyecto de biodiversidad marina para el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) en Rusia. Pero no se ha realizado ningún estudio.
En su apogeo, el poblado tenía más de 800 habitantes; hoy es hogar de 285 personas. El poblado no tiene sistema de alcantarillado, y el agua tiene que ser transportada desde pozos. Las casas se calientan con leña o carbón. Los alimentos en la única tienda de Shoyna cuestan casi el doble que en el poblado más cercano.
Los debates acerca de quedarse en Shoyna o mudarse se han dado durante décadas. Los reasentamientos pueden ser subsidiados bajo un programa de asistencia federal para residentes de regiones remotas al norte. Muchos jóvenes se van para estudiar, trabajar y viajar. Pero algunos regresan después de un tiempo. Puede ser difícil adaptarse a la vida urbana tras pasar años en el poblado.
“Shoyna te arrastra”, dijo Pavel Kotkin, de 21 años. “Yo pasé cuatro años estudiando en la ciudad y regresé. Amo a Shoyna y quiero pasar mi vida aquí”. Pero, ¿y la arena?
“No puedo vivir sin ella”, dijo Kotkin. “Me duelen los pies después de caminar sobre asfalto”.