En el 2011, los ecologistas del comportamiento animal Alexander Wilson y Jens Krause del Instituto Leibniz de Ecología de Agua dulce y Pesca al Interior (Alemania) se sorprendieron al descubrir que un grupo de cachalotes, animales que comúnmente no hacen lazos con otras especies, habían adoptado a un delfín nariz de botella adulto con una malformación en su espina dorsal.
Los investigadores observaron al grupo en el océano a 1,600 kilómetros de la costa de Lisboa (Portugal) por ocho días, en donde pudieron presenciar cómo la manada (incluido el delfín) viajaban y cazaban en grupo, y también cómo el delfín jugaba con las ballenas adultas y las crías.
Entre los animales terrestres la interacción entre especies no es inusual. De acuerdo a Wilson, las alianzas forjadas son en base a beneficios y protección frente a depredadores, y si bien se sabe que los delfines son animales sociales, el experto señala que nunca había sido testigo de una alianza de este tipo.
Los científicos creen que la asociación pudo comenzar por la peculiar forma del delfín, el cual tiene una malformación en su espina dorsal en forma de S.
De acuerdo al experto, el primer encuentro entre ambas criaturas se podría haber originado porque para el delfín era más fácil quedarse con criaturas más lentas al atrapar olas. De acuerdo al experto, la forma peculiar de la espina dorsal del animal hizo más probable su interacción con criaturas más grandes y lentas. ‘Quizás no podía mantener la velocidad de los otros delfines de su manada o lo molestaban por su apariencia’, señaló por email al National Geographic.
Uno de los grandes misterios de esta unión es cómo el grupo de ballenas aceptó al delfín. Una de las teorías es que el grupo de cetáceos no lo vio como una amenaza, y debido a que en la manada se turnan para cuidar a todas las crías, el delfín se pudo haber integrado a ese grupo sin mayores conflictos.