El 13 de abril de 2017 desembarcaban en Utqiaġvik, el puerto pesquero más al norte de Alaska, una ballena boreal. Los esquimales nunca habían empezado la temporada de caza tan pronto. Días atrás habían sido avistados varios de estos cetáceos en el mar de Chukotka. Según los registros, adelantaron más de un mes su regreso desde el sur.
Ese mismo año, cuatro ejemplares con radio baliza invernaron en la región y también los dos inviernos siguientes. Habían dejado de emigrar. Un estudio muestra ahora que los cambios no se limitan a las ballenas. En esta región del Ártico, desde las focas a las algas, pasando por las aves, es todo el ecosistema el que ya está cambiando por el cambio climático.
El mar de Chukotka, delimitado al sur por el estrecho de Bering, permanecía helado casi la mayor parte del tiempo. Con una extensión mayor que la de España, forma parte del océano Ártico, bañando el extremo nordeste de Asia y noroeste de América. Desde hace décadas, el calentamiento global ha trastocado el ritmo anual de avance y retirada del hielo. Pero nada como lo que está pasando desde 2017.
En enero de ese año, el hielo apenas llegaba al estrecho y en todo ese invierno, la extensión helada se mantuvo unos 200.000 km2 por debajo de los valores medios. En junio, la temperatura cerca del fondo subió hasta los 4º y en diciembre siguiente, el frente helado se encontraba 1.000 kilómetros más al norte de lo que acostumbraba. Ni en febrero de 2018 ni en el de 2019 el hielo llegó al estrecho de Bering.
Ahora, una veintena de científicos de diferentes disciplinas ha revisado cómo estos cambios físicos están impactando en la vida de esta porción del Ártico y si se está produciendo un cambio sistémico. Temen que sí.
La temperatura estaba en la base de todo el ecosistema del Pacífico Ártico y esta está subiendo, adelantando el deshielo en primavera y retardando y debilitando la llegada del hielo en otoño. También la temperatura mantenía a raya a muchas especies del sur.
“La piscina fría del mar de Bering ha desaparecido por completo en 2017, 2018 y 2019”, explica el investigador y principal autor del estudio Henry Huntington. Esta porción fría de agua se forma trasvasando calor a la atmósfera y se encuentra en la parte norte del mar de Bering. “Funciona como un tapón: los peces subárticos no pueden atravesar un agua tan fría para cruzar el estrecho y llegar al mar de Chukchi [como llaman los anglosajones al Chukotka]”, comenta Seth Danielson, de la Universidad de Alaska en Fairbanks y coautor del estudio. “Pero si la piscina fría ya no está, el tapón desaparece y no hay nada que impida a las especies subárticas llegar al Chukchi, como estamos viendo en los últimos años”, añade.
En efecto, todas las observaciones, recogidas en el estudio de Nature Climate Change, indican una traslación masiva de especies de peces del sur hacia el norte. “El bacalao ártico es una especie fundamental del Ártico y está siendo desplazada por especies subárticas como el abadejo o el bacalao del Pacífico”, comenta Huntington. Los datos también indican que los salmones rosados que llegan a remontar los ríos en su viaje final han doblado su número.
Pero los cambios se están produciendo en toda la cadena trófica. En su base, hay dos procesos paralelos. Por un lado, el mayor y más temprano deshielo hace que la porción de agua que recibe la radiación solar aumente, por lo que los organismos fotosensibles que forman el fitoplancton se están viendo favorecidos. Por otro y quizá relacionado, está disminuyendo la abundancia de copépodos, minúsculos crustáceos que forman parte del zooplancton. Ambos procesos afectan de forma diferente a las distintas especies de peces, favoreciendo a unas y perjudicando a otras.
Un efecto secundario de esto es el cambio en la avifauna, con el declive de unas aves, las que se alimentan de peces, mientras otras, las que lo hacen del zooplancton, medran en la nueva situación. “Los resultados de los estudios en el mar indican que ahora hay más aves planctívoras en el mar de Chukchi que hace 40 años”, cuenta en un correo la directora de investigación de ABR, una consultora ambiental de Alaska, Adrian Gall. Varias especies, más habituales del sur, del Golfo de Alaska e Islas Aleutianas, como mérgulos y alcas, ya pasan largas temporadas en Chukotka. “Los cambios se han producido de forma gradual en este tiempo y parece que no son temporales”, añade Gall.
El principal cambio, quizá, se haya producido en la cúspide del ecosistema. Las orcas son habituales visitantes del Ártico en verano, pero este es cada vez más largo, alargando también la presencia del gran depredador marino, lo que altera todo el ecosistema.
“El año pasado grabé a varias de ellas en el mar de Beaufort, lo más al norte y al este que las he grabado nunca”, dice la oceanógrafa de la Universidad de Washington Kate Stafford, especializada en la acústica de la vida marina. “Probablemente pasen más tiempo en el mar de Chukchi porque, primero, hay menos hielo así que tienen un espacio libre mayor durante más tiempo al año y, segundo, hay muchas más especies subárticas, ballenas jorobadas, rorcuales, ballenas de Minke o grises, en la zona como posibles presas, en especial sus crías”, añade.
El mayor problema es para las especies que sí eran árticas, como las belugas o la ballena boreal. Para estas, las orcas eran un animal casi desconocido. “En esencia, se trata de un nuevo gran depredador que se ha expandido por el Ártico donde antes no había ninguno”, recuerda Stafford.
Que todos estos cambios sean definitivos o no puede determinar el paso de un ecosistema a otro. Y eso lo decidirá el hielo. “En estos últimos 40 años, no se había registrado una extensión del hielo tan baja como las de 2018 y 219. Fueron algo único en extensión e impacto sobre el ecosistema”, dice en un correo la científica de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) Phyllis Stabeno. “Habría que recordar que la extensión del hielo en febrero de 2020 es casi normal”, avisa la oceanógrafa.
Para Huntington, el principal autor del estudio, la prueba definitiva de que el Ártico, al menos la parte de Chukotka, ya ha cambiado, sería el asentamiento de grandes poblaciones reproductoras de especies subárticas. “Ya hemos observado alevines de gádidos [especies de la familia de los bacalaos] en el sur del mar de Chukchi, pero aún no está claro si estos peces sobrevivirán al invierno. Es un proceso de transformación que llevará unos años”.