El equipo científico de EE.UU. que descubrió la fluorescencia en las ardillas voladoras el año pasado, ha vuelto a probar su truco con luz ultravioleta en distintos seres vivos y reporta haber logrado un nuevo éxito en su búsqueda.
Se trata del ornitorrinco, que es uniformemente marrón a la luz natural, pero se torna de verde fluorescente bajo los rayos UV. Y no solo se trata de un efecto óptico de reflejo, porque el pelaje del pequeño mamífero semiacuático tanto devuelve la luz cuando se la proyectan, como la absorbe para emitirla después y en otra región del espectro.
Concretamente, los investigadores registraron la absorción de los rayos ultravioleta con longitudes de onda comprendidas entre 200 y 400 nanómetros y la emisión de luz visible, de 500 a 600 nanómetros (entre verde y turquesa). Los pocos ejemplares preservados del ‘Ornithorhynchus anatinus’ en las colecciones de dos museos de EE.UU. tenían esta característica, según recoge un comunicado difundido a finales de la semana pasada.
“Fue una mezcla de casualidad y curiosidad lo que nos llevó a iluminar con luz ultravioleta a los ornitorrincos en el Field Museum (Chicago)”, comentó la profesora asociada con el Northland College, Paula Spaeth Anich, quien dirigió el estudio.
Tremendamente útil
Los biólogos creen que la biofluorescencia puede ser útil para este animal endémico de Australia, como para otros mamíferos y también reptiles, anfibios e incluso aves, para adaptarse a condiciones de escasa iluminación. Los ornitorrincos podrían verse e interactuar en la oscuridad aprovechando la luz emitida por su pelaje y sin llamar la atención de algún depredador, puesto que los colores elegidos se asocian más con las plantas y el agua.
El interés científico llevó a los investigadores a un intento de profundizar en los orígenes evolutivos de este rasgo bastante raro en el mundo animal hoy en día. Como varias especies de marsupiales, además de las mencionadas ardillas voladoras, tienen el pelaje fluorescente, y dado que el linaje marsupial-placentario se ramificó hace más de 150 millones de años, a Spaeth Anich le parece “muy curioso constatar” que los parientes lejanos del ornitorrinco en esa época podían iluminarse el camino de manera similar.
Un artículo del equipo investigador, publicado recientemente en la revista alemana Mammalia, plantea el siguiente paso para el estudio de la biofluorescencia y es colaborar ante todo con biólogos australianos para observar esta propiedad en animales silvestres y localizar el punto de partida en el árbol genealógico de los mamíferos.