La prohibición de la caza de la ballena franca austral empezó a mostrar sus resultados con un aumento de la población de estos cetáceos que cada año llegan a las costas de la Patagonia. Esta temporada, se vio gran cantidad de ballenas entre Caleta de Los Loros y Bahía Creek. Viedma, y el resto de los municipios costeros, pidieron que se analicen nuevos puntos de avistaje.
Desde mediados de agosto y hasta fines de octubre, la costa atlántica de Río Negro vive momentos únicos de avistaje de ballenas: los encuentros se dan principalmente en el Golfo de San Matías pero son cada vez mas frecuentes en la jurisdicción de Viedma.
El biólogo Raúl González contó que el Centro de Investigación Aplicada y Transferencia Tecnológica en Recursos Marinos Almirante Storni (CIMAS) realiza censos aéreos entre julio y octubre, y encontraron animales “hasta en la zona de El Cóndor, en la desembocadura del río Negro”.
“Este año fue muy abundante la cantidad de ballenas entre Caleta de Los Loros y Bahía Creek. Puntualmente me quedé boquiabierto de la cantidad que se veían desde los acantilados en Bahía Creek”, contó en diálogo con el programa Entrega a Domicilio de Radio Nacional.
González comentó que la ballena franca austral “es una especie que venía complicada” hasta el siglo pasado por la caza intensiva que se practicó en todo el mundo.
Según una recopilación de datos que realizó su colega Magdalena Arias, hay registros desde el siglo XVIII (1700) hasta hace unos 50 años atrás (balleneros de la ex Unión Soviética capturaron cetáceos frente a la plataforma continental marina de la Patagonia en las décadas de 1970/80).
“Logramos visualizar que, para lo que se llama el stock de ballenas de Patagonia de esta zona del Atlántico Sudoccidental, la población debe haber sido de cerca de 60.000 ballenas y actualmente estamos en 5.000 o 6.000 pero en tendencia creciente”, afirmó.
“Esto ha hecho que se pudiera empezar con el turismo de avistaje porque hay cada vez más ballenas porque están ocupando los sitios antiguos. Y en los próximos años seguramente va a ser algo que cada vez se vea más” añadió para adelantar que “estamos preparando un proyecto para asistir al Ministerio de Turismo de la provincia y a los municipios de SAO, Viedma y Sierra Grande, en la evaluación de nuevas alternativas de sitios para avistajes de ballenas”.
La ballena franca austral es una especie imponente, con un tamaño promedio que ronda los 13 y 16 metros, que recorre los océanos del mundo con su pacífico andar.
Son cetáceos muy longevos -viven entre 50 y 100 años- que fueron diezmados durante al menos 2 siglos hasta que se impuso la necesidad de su conservación.
Catálogo de imágenes
Una de las tareas del CIMAS es construir un catálogo de imágenes de las cabezas de las ballenas que se identifica por las callosidades.
“Es una herramienta como si fuera la huella digital. Eso nos da información de que tan asiduas son, cada cuántos años vuelven, cómo van creciendo”, explicó el biólogo.
Además, con un grupo de investigación del exterior, trabajan en un monitoreo satelital mediante unos aparatos que instalan en la capa de grasa, en la zona posterior del espiráculo, para realizar un seguimiento de sus movimientos.
Protegidas de la caza pero amenazadas por el dióxido de carbono
Si bien se logró detener el exterminio de estos animales, la emisión de dióxido de carbono se convirtió en otra amenaza real para su subsistencia.
“Desde mediados del siglo pasado, el aumento de las emisiones de dióxido de carbono por el consumo de combustibles fósiles, el crecimiento del desarrollo industrial, etc, genera la acidificación de los océanos y un aumento de la temperatura del mar que mata al krill, su principal alimento”, advirtió González.