La organización ecologista Greenpeace ha denunciado el incremento «incontrolado» y la industrialización de las flotas que pescan calamar.
Greenpeace ha publicado un informe, coincidiendo con la reunión de los Gobiernos en la ONU en Nueva York para debatir sobre el destino de los océanos, en medio del contexto geopolítico actual marcado por la invasión rusa de Ucrania.
La industria pesquera del calamar, según Greenpeace, ha experimentado un «rápido crecimiento y en gran parte no está regulada».
Tres naciones -China, Perú y Japón- son responsables del 60 % de las capturas mundiales de calamares y tres mercados -España, Japón y China- lideran la mayoría de movimientos comerciales asociados a la especie, según datos de 2019 manejados por Greenpeace.
El estudio señala que desde 1950 se ha multiplicado por diez la pesca mundial de calamares, hasta cerca de cinco millones de toneladas anuales, lo que «pone en peligro los ecosistemas marinos».
Según Greenpeace, el «ascenso meteórico» de esa pesca y la demanda no tienen precedentes y en algunas áreas ha crecido un 800 % el número de barcos en unos cinco años.
Greenpeace ha denunciado casos en los que una flota con 500 embarcaciones ha accedido a aguas internacionales con sus «lámparas encendidas para faenar visibles desde el espacio».
Por ello, la ONG ha defendido un tratado global de los océanos «ambicioso», pues a su juicio podría haber evitado esta situación y además, será «crucial» para detener la expansión de las pesquerías.
«He visto algunas flotas de calamares en mar abierto; por la noche, los barcos están iluminados como estadios de fútbol y parece que el mar es un polígono industrial», ha declarado la responsable de Océanos de Greenpeace España, Pilar Marcos.
Los calamares son una especie vital como depredador y presa, su sobrepesca representa una seria amenaza para todo el ecosistema, incluidas las poblaciones vulnerables de ballenas y delfines, según Greenpeace.
Estos cefalópodos sustentan redes alimentarias completas, lo que significa que la disminución de sus reservas tendría consecuencias catastróficas para la vida marina y los habitantes de las comunidades costeras que dependen de esa pesquería para su sustento y seguridad alimentaria.
Pero dado que la mayoría de caladeros de calamar siguen sin estar regulados casi en su totalidad, según Greenpeace, los barcos pueden operar «sin apenas escrutinio o seguimiento de sus capturas».
«La implacable expansión de la pesca del calamar en alta mar es un ejemplo de actividad industrial que afecta la biodiversidad cuando se le permite operar con impunidad. Es de suma importancia que ninguna actividad o sector humano, incluida la pesca, quede excluido del ámbito de aplicación del Tratado de la ONU», según Greenpeace.