La Isla Magdalena, en el extremo sur de Chile, es un paraíso para decenas de miles de pingüinos de Magallanes que llegan cada año aquí para reproducirse.
Pero el calentamiento climático es una amenaza latente para la especie, alertan los administradores de esta reserva natural.
Con 85 hectáreas, la isla Magdalena, situada a 50 kilómetros de Punta Arenas, en el Estrecho de Magallanes, tiene 22 especies de aves: 11 residentes y 11 en temporadas, como el pingüino de Magallanes.
Los principales predadores del pingüino son el ave skua y la gaviota dominicana, que se alimentan de los huevos y bebés de la especie, explica a la AFP Roberto Fernández, que desde hace siete años es guarda forestal en la isla.
La información confirma la alerta lanzada en enero en la publicación científica en línea Plos One, según la cual los eventos climáticos extremos, como el calor anormal y las lluvias fuertes, habrían matado a un gran número de jóvenes pingüinos de Magallanes.
Este estudio, realizado a lo largo de 27 años en Punta Tombo, Argentina, la mayor área de reproducción de la especie, indica que un promedio de 65% de jóvenes pingüinos de Magallanes murió anualmente en el periodo, 40% de ellos de hambre y 7% debido a los cambios climáticos.
Cada año, los pingüinos de Magallanes huyen del frío para pasar el invierno en las aguas tibias del litoral brasileño.
Desde que son lo suficientemente grandes para nadar, viajan cerca de 4.000 km desde Isla Magdalena hasta Brasil. Durante el invierno austral, permanecen sobre todo en el litoral del estado de Santa Catarina, pero a veces llegan hasta las playas de Rio de Janeiro.
A mediados de agosto comienza el regreso, descendiendo por Uruguay, pasando por Argentina hasta el Estrecho de Magallanes, que divide los océanos Atlántico y Pacífico, para llegar a la isla Magdalena.
En los primeros meses de vida, los bebés dependen totalmente de los padres para su alimentación, para aprender a nadar y protegerse de los predadores.
Monógamos, los pingüinos de Magallanes tienen una única pareja durante toda la vida y pueden vivir hasta 25 años.
Los primeros en llegar a isla Magdalena son los machos. A ellos corresponde la tarea de reconocer el nido excavado en la tierra en la temporada anterior y reformarlo, usando lo que esté a su alcance, como piedras y plumas, para atraer a su compañera. La especie acostumbra usar el mismo nido cada año para reproducirse.
Tras el largo ayuno, los machos las sustituyen para que puedan alimentarse y la pareja se alterna en esta misión de 40 a 45 días, cuando termina el periodo de incubación y nacen los bebés, hacia noviembre.