Una victoria del ex presidente Donald Trump en las elecciones de noviembre de 2024, combinada con problemas en torno a la relación de EEUU con China y déficits presupuestarios, podrían alterar significativamente el rumbo que sigue ahora el país y marcar el comienzo de un escenario de transición energética en suspenso, según un nuevo informe de Wood Mackenzie.
“Mientras que las inversiones en tecnologías de apoyo a la transición energética y con bajas emisiones de carbono podrían desacelerarse, en el caso de los combustibles fósiles podría ocurrir lo contrario, aumentando la inversión en ellos y alejando el pico de demanda de estos combustibles”, advierten los autores del informe Hitting the brakes: how the energy transition could decelerate in the US (Pisando el freno: cómo podría desacelerarse la transición energética en EEUU”.
“Este ciclo electoral influirá realmente en el ritmo de la inversión energética, tanto en los próximos cinco años como hasta 2050. Es necesario invertir a corto plazo en un suministro bajo en carbono para alcanzar los objetivos de descarbonización a más largo plazo. (Con un segundo mandato de Trump), las emisiones de carbono de EEUU podrían crecer, poniendo el cero neto fuera de nuestro alcance”, advierte David Brown, director de Investigación sobre Transición Energética de Wood Mackenzie.
“No es probable que la IRA se derogue por completo”, prosigue. “Pero una segunda presidencia de Trump podría emitir órdenes ejecutivas contrarias al objetivo cero neto de 2035 para el sector eléctrico. La EPA establecería objetivos de emisiones más suaves y se emitirían regulaciones de crédito fiscal que podrían favorecer al hidrógeno azul (obtenido a partir de gas fósil)”.
Brown considera que el entorno fiscal también puede resultar difícil, ya que el gasto del gobierno estadounidense podría limitarse para hacer frente a la carga de la deuda del país: la Oficina Presupuestaria del Congreso de EEUU prevé que la relación deuda/PIB de EE UU alcance el 109% en 2030 y llegue al 155% en 2050.
Wood Mackenzie había previsto una inversión de unos 7,7 billones de dólares en el sector energético estadounidense entre 2023 y 2050. Sin embargo, en el escenario de transición retardada, como el descrito en el informe, un menor apoyo político a la energía baja en carbono y a la mejora de las infraestructuras reduciría dicha inversión en 1 billón de dólares.
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