El equipo de las biólogas marinas Monika Bright y Sabine Gollner ha navegado el Pacífico a bordo del buque Falkor del Instituto Oceánico Schmidt. Con su submarino operado por control remoto, SuB-astian, y mucha intuición, documentaron este verano la vida del ecosistema animal bajo el lecho marino.
No fue en el fondo, sino debajo de la corteza terrestre, donde nunca antes se había encontrado: gusanos, caracoles y bacterias quimiosintéticas. Los descubrieron en puntos donde muchos científicos sospechan que pudo originarse la vida: cerca de respiraderos hidrotermales provocados por el magma de la Tierra, que generan calor y numerosas reacciones químicas.
Este verano anunciaron sus hallazgos y ahora los publican en Nature Communications, acompañados de varios vídeos explicativos sobre cómo lo lograron: levantando el lecho marino con su robot y un cincel.
‘Este descubrimiento de un nuevo ecosistema, oculto bajo otro, proporciona nuevas pruebas de que la vida existe en lugares increíbles’, explican. Esto nos dirige hacia encontrar vida en pruebas que se realicen en otros planetas, donde las condiciones climáticas son diferentes a las de la Tierra.
¿Dónde se ha hecho el hallazgo?
El hallazgo se ha realizado a más de 2500 metros de profundidad, en la dorsal del Pacífico Oriental, también conocida como del Pacífico Este.
Esta gran cordillera submarina recorre el océano Pacífico y el Antártico – desde el mar de Ross hasta el golfo de California – y también se le llama Cordillera Albatros o Cordillera Isla de Pascua. Con una longitud de unos 9000 kilómetros, es una dorsal volcánicamente activa ubicada entre dos placas tectónicas en el fondo del Pacífico. El choque de estas placas produce afloramientos de magma muy caliente e incluso volcanes.
Por ejemplo, en el punto de 8° 16′ de latitud sur y 107° 57′ de longitud oeste, a una profundidad de unos 2800 metros, hay un campo de lava de unos 220 km². En muchas zonas donde la lava entra en contacto con el agua, se crean numerosos respiraderos hidrotermales, aberturas en el fondo marino donde la mezcla de temperaturas extremas y fluidos provoca reacciones químicas y gases.
Investigaciones anteriores ya habían encontrado organismos vivos alrededor de estos respiraderos, incluidos gusanos tubulares y mejillones. Sin embargo, la posibilidad de que existiese ‘vida en un ecosistema animal debajo de la corteza del fondo marino’ poco profundo era solo una hipótesis.
La expedición
El equipo de Bright y Gollner realizó una serie de inmersiones en una zona hidrotermal a 2.515 metros de profundidad. Utilizando los brazos de su robot submarino y un cincel, extrajeron secciones de la corteza del fondo marino para encontrar “cavidades cálidas y llenas de líquido habitadas por varias especies que anteriormente solo se encontraban en el fondo marino”.
Encontraron gusanos tubulares gigantes, Riftia pachyptila, una especie que vive en tubos de quitina en grandes colonias y a gran profundidad. También descubrieron “animales móviles como gusanos y caracoles”.
Su hipótesis de trabajo es que “probablemente las larvas de estas especies típicas del fondo marino pueden establecerse en estos hábitats” debido a que el agua es cálida y está a unos 25 grados. Añaden que “demuestra una conectividad compleja entre los ecosistemas del fondo marino y del sub-fondo“.
El hallazgo es una advertencia de sus autores
“Cada expedición del Instituto Oceánico Schmidt resalta la urgencia de explorar exhaustivamente nuestro océano para descubrir lo que se oculta en sus profundidades”, afirmó Wendy Schmidt, presidenta y cofundadora del instituto. “El hallazgo de nuevas criaturas, paisajes y, ahora, un ecosistema completamente nuevo subraya cuánto nos queda por descubrir sobre nuestro océano y la importancia de proteger lo que aún no conocemos o comprendemos”.
Proteger los fondos oceánicos y su subsuelo es crucial porque albergan una enorme diversidad de vida, incluyendo especies únicas. No solo hablamos de lo que vemos, sino también de lo que está debajo de la tierra. El océano y su subsuelo siguen siendo grandes desconocidos para la humanidad, y contienen invaluables fuentes de conocimiento científico que no debemos ignorar ni destruir.
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