Sucumbió a los dardos con veneno que los cazadores le dispararon en un remoto rincón del Parque Nacional Tsavo, en Kenia. Satao, uno de los elefantes más grandes del mundo y con colmillos de marfil que pesaban más de 45 kilos, no pudo sobrivir a este ataque, a pesar de haber estado escapando de los humanos por años.
Se cree que nació a fines de la década del 60 y fue encontrado con su cabeza y comillos arrancados, desplomado, el 30 de mayo pasado. Los conservacionistas creen que hasta último momento intentó esconder sus colmillos entre el follaje, precisamente porque estaba consciente del riesgo que ellos implicaban para su vida. El pasado mes de marzo, el paquidermo fue atendido de dos heridas producidas por flechas venenosas.
‘Una gran vida perdida para que alguien que está lejos puede tener una baratija en la repisa de su chimenea’, dijo a The Telegraph Richard Moller, de la fundación Tsavo Trust. La creciente demanda de marfil por una serie de países asiáticos ha disparado nuevamente la caza a niveles como los de la década de los 80, cuando el comercio de marfil fue prohibido.
El valor en la calle de marfil de elefante es ahora mayor que el oro. Por esto, cada vez aparecen más bandas y redes de caza furtiva. Más de 20.000 elefantes africanos fueron masacrados en 2013, de acuerdo con la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).
El Servicio de Vida Salvaje de Kenia (KWS) ha documentado el asesinato de 97 elefantes en lo que va del año, pero los expertos afirman que la cifra sería 10 veces mayor.