Alarma entre los científicos por la puesta en marcha en España de la única granja de pulpos del mundo

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En 2018, el Instituto Español de Oceanografía (IEO), adscrito al Ministerio de Ciencia, lograba por primera vez criar un pulpo en cautividad. Toda una hazaña en la investigación biológica que abría la puerta a un nuevo negocio: la explotación comercial de la especie en granjas acuáticas.

Al poco de alcanzarse este hito, el organismo alcanzaba un acuerdo con la compañía gallega Nueva Pescanova que otorgaba a la pesquera una opción preferente de licencia sobre la patente obtenida por el IEO para poder aplicar en el futuro las investigaciones a sus negocios. Ese futuro parece estar cada vez más cerca, a pesar del rechazo de una parte de la comunidad científica que ha alertado de los problemas éticos y ambientales que puede suponer la industrialización del octópodo.

En junio de 2021 la empresa pesquera anunció una inversión de 65 millones de euros para construir en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria unas instalaciones destinadas a la cría de pulpos en cautividad. Un proyecto que contaba con el visto bueno de la Autoridad Portuaria y que podría suponer, en términos de mercado, la producción de 3.000 toneladas de pulpo anuales. La Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca del Gobierno canario ha anunciado que los trámites están avanzando y que la granja, que sería la primera y única del mundo en construirse, está a la espera de ver aprobada la tramitación ambiental para poder operar en 2023.

La importancia comercial de este proyecto, sin embargo, ha chocado de manera frontal con los colectivos animalistas y conservacionistas españoles, además de con un grueso de artículos científicos que catalogan al pulpo como uno de los animales acuáticos con mayor inteligencia y capacidad emocional del planeta.

En 2021, el London School of Economics publicó una extensa revisión científica en la que se cuestionaba la posibilidad de criar cefalópodos de manera masiva aludiendo a las características biológicas de la especie: animales sensibles, solitarios y agresivos entre sí.

“Estamos convencidos de que el bienestar en las granjas de pulpos es imposible”, decía el texto. Los investigadores, además, no sólo recomendaban no implementar este modelo de cría, sino que aconsejaban vedar la importación de carne de pulpo producida en otros países de esta forma: “El Gobierno británico debería considerar prohibirlo”.

María Suñol, investigadora y doctora en Neurociencia de la Universidad de Barcelona, destaca los avances académicos que arrojan evidencias sobre las cualidades de los cefalópodos. “Llevamos décadas encaminándonos científicamente a determinar que los pulpos son seres sintientes. Esto quiere decir que son animales con una gran capacidad de sentir y experimentar dolor, felicidad, tristeza… Todo ello hace que una decisión como la de las granjas tenga unas grandes implicaciones éticas, pero también políticas, porque los pulpos podrían beneficiarse de las normativas de bienestar que les protejan”, explica la experta.

“Son animales muy inteligentes y esas condiciones son clave para entender el problema, porque para poder vivir necesitan tener unas condiciones donde desarrollar sus capacidades cognitivas, sin eso, se aburren y eso lleva a problemas de estrés que a su vez termina debilitando su sistema inmune y predisponiéndolos a enfermedades. Además, son individuos sin esqueleto interno ni externo, con una piel muy sensible. Es decir, necesitan refugios para esconderse y, en condiciones de cautividad, lo normal es que estén en acuarios donde no puedan tener refugio y dañarse entre sí con facilidad. Al final son un montón factores que interactúan entre sí y que hacen complicada la cría en cautividad”, argumenta Suñol.

Las evidencias científicas que respaldan ese cuestionamiento ético a las granjas de pulpos no se quedan en la publicación del London School of Economics. En 2012 un grupo amplio de investigadores firmó la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia Animal, en la que se incluía a los pulpos como animales con capacidad de tener conciencia.

En 2017 varios expertos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) daban a conocer otra publicación similar que sirvió de base a la Unión Europea para incluir a los octópodos dentro de la Directiva 2010/63/EU que protege a los animales utilizados en proyectos científicos.

Incógnitas sin resolver

Pese a que el proyecto está en la recta final, hay todavía asuntos sin resolver que tienen que ver con el modo en el que se criarán los animales. Por el momento, sólo se ha dado a conocer que la planta prevé producir 3.000 toneladas de pulpo diarias y que ocupará 52.000m² del dique de La Esfinge de Las Palmas de Gran Canaria.

Precisamente los animalistas denuncian la opacidad en torno al proyecto y reclaman que se explique en qué condiciones se van a desarrollar los animales, cómo de masificados van vivir o qué métodos de aturdimiento se utilizará para garantizar el menor sufrimiento durante el sacrificio. “No es un tema que sea únicamente de los animalistas. Es la comunidad científica quien lleva años diciendo que es una mala idea desde el punto de vista ético cómo ecológico”, advierte Cristina Ibáñez, portavoz de la organización AnimaNaturalis.

La alimentación de los animales también está en el punto de mira de parte de la comunidad científica y de las organizaciones sociales. Se trata de una especie carnívora que necesita de una ingesta de pescado para sobrevivir. Los expertos del London School of Economics señalaban este punto cómo uno de los elementos más problemáticos, desde el punto de vista económico y ambiental, para logara estabilizar la producción de las granjas de pulpos. “Habitualmente requieren capturar a sus presas vivas”, dicen los expertos, en referencia a esa necesidad de desarrollar sus capacidades cognitivas en la caza. “A pesar de que se trabaje en el desarrollo de alternativas sostenibles ninguna tendrá éxito para un uso generalizado”, agrega la publicación.

Suñol señala a las incógnitas científicas que nacen de un proyecto pionero y del que no hay referencias. Más allá de la alimentación –que podría significar un incremento pesquero para satisfacer las necesidades de los pulpos– o de las técnicas de sacrificio, destaca la calidad de las aguas en las que crezcan los animales. “Para poder vivir necesitan unas condiciones muy concretas, una cantidad de oxígeno, nitratos o salinidad. Cualquier alteración podría facilitar la aparición de enfermedades infecciosas”, dice la investigadora.

La ventana comercial de esta granja, sin embargo, prevalece a las publicaciones científicas que cuestionan la posibilidad de desarrollar este tipo de animales de manera masiva. España, si finalmente consigue asentar la planta pesquera en el archipiélago canario, se colocaría a la vanguardia del sector, adelantando a otros países, como Japón, que también han tratado de desarrollar modelos basados en la cría en cautividad.

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