El océano Antártico alberga una rica y diversa fauna que soporta temperaturas inhóspitas, cercanas a la de congelación, entre -1,8 y 2 ºC a lo largo de todo el año.
Las temperaturas frías desaceleran las funciones corporales y las reacciones bioquímicas de los animales, hasta el punto de impedirles moverse, alimentarse o escapar.
El frío también afecta a la descarga de oxígeno desde los pigmentos de la sangre hasta los tejidos. Para sobrevivir en aguas gélidas que ya contienen grandes cantidades de oxígeno disuelto, los organismos emplean diferentes estrategias de supervivencia.
En el caso de los peces antárticos, estos pueden regular el abastecimiento de oxígeno a través de un pigmento de la sangre, la hemoglobina.
Pero hasta ahora se desconocía cómo lo hacían los pulpos antárticos a temperaturas tan frías. Por primera vez, investigadores alemanes y australianos aportan evidencias de que el pigmento sanguíneo azul (la hemocianina) mejora el abastecimiento de oxígeno a los tejidos de los pulpos a temperaturas bajo cero.
Esta proteína está presente en la ‘sangre’ de algunos crustáceos, arácnidos y moluscos y cumple la misma función que la hemoglobina de los vertebrados al transportar oxígeno a los tejidos.
Sin embargo, en lugar de contener hierro, contiene cobre, lo que hace que el color de la hemocianina cargada de oxígeno no sea rojo, sino azul.