Con el comienzo de las primeras precipitaciones y la llegada de las aves invernantes, se desata en sierras y campiñas una persecución silenciosa de cientos de miles de pequeñas aves insectívoras y frugívoras, protegidas por la normativa ambiental, al tratarse de especies extraordinariamente beneficiosas para los ecosistemas naturales y para la sociedad.
Por estas fechas, entre los meses de octubre y diciembre, miles de pájaros que buscan abrigo en el cálido y hospitalario monte mediterráneo, sufren una persecución particularmente traicionera por parte de algunos cientos de personas, la mayoría por entretenimiento, para consumo propio o para su posterior venta en un mercado de proximidad.
Para ello, se desplazan a los lugares más querenciosos para estas aves, pertrechados de costillas o perchas metálicas.
Las ‘costillas’ o ‘perchas’, es un sistema de caza ilegal, sin embargo, se sigue utilizando con cierta normalidad dentro de un segmento de la población. Las capturas van a parar principalmente al consumo propio, el consumo de proximidad, familiar, amigos, y a establecimientos públicos de confianza como recurso económico, aunque cada vez menos en este último caso, gracias a la actuaciones de los agentes de la autoridad.