El asprete, o “Romanichthys valsanicola” en latín, es un pez de agua dulce del que se estima sobreviven apenas una quincena de ejemplares a lo largo de un kilómetro del cauce del río Valsan del centro de Rumanía. Debido a los hábitos nocturnos de este fósil viviente, y a que pasa la mayor parte del día escondido bajo las rocas, el asprete es un animal muy difícil de ver hasta para quienes dedican todo su tiempo a estudiarlo.
Pero, en un golpe de suerte, un grupo de científicos y activistas que trabajan para evitar su extinción dieron con un grupo de 12 ejemplares el mes pasado, e incluso pudieron grabarlos para deleite de los amantes de esta especie, que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) califica como “críticamente amenazada”.
“Probablemente es la primera vez que se ha podido grabar a este pez en su hábitat natural desde que la especie fue descubierta”, cuenta el alpinista y conservacionista Alex Gavan, que pasó parte de su infancia a orillas del río Valsan y es el más activo embajador de la causa para salvar el asprete.
La principal explicación del declive poblacional del asprete está en la construcción de la Presa Vidraru, ejecutada por las autoridades de la época con los fines de producir energía eléctrica, prevenir inundaciones y facilitar las labores de regadío en esta parte de Rumanía. Gestionada por la empresa pública Hidroelectrica, la presa ha reducido considerablemente el flujo del río, poniendo en riesgo la supervivencia del asprete.