Las autoridades australianas han liberado por todo su territorio una cepa mortífera de un virus para arrasar sus poblaciones salvajes de conejos.
El patógeno, causante de la enfermedad hemorrágica, es tan letal como el ébola y tan contagioso como la gripe. En solo un par de meses, el virus ha eliminado el 42% de los ejemplares silvestres, según las cifras preliminares del Gobierno de Nueva Gales del Sur, el estado más poblado de Australia.
Los conejos europeos fueron introducidos en 1859 en la isla mayor por un colono inglés, Thomas Austin. Los animales, sin apenas depredadores, se convirtieron en una peste.
Una coneja puede tener cada año más de cinco camadas, de hasta cinco gazapos cada una. Ante la plaga, las autoridades australianas decidieron en 1900 levantar una valla de 1.700 kilómetros para impedir el paso de los conejos a la parte occidental de la isla. No funcionó. En la década de 1920, había unos 10.000 millones de conejos silvestres en Australia, según los cálculos del Gobierno.
Las autoridades han propagado ahora, en unos 600 puntos de la isla, la nueva cepa K5 del conocido virus de la enfermedad hemorrágica del conejo.