Australia y los camellos: de recurso para la colonización a plaga

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Una caravana de camellos recorre lentamente pero de forma majestuosa el desierto caluroso. Por encima de ellos brilla el sol, inclemente. Detrás de ellos, hasta donde se alcanza a ver a simple vista, se alzan las dunas de arena. Por lo general, son estas las imágenes que suelen venir a la mente cuando se piensa en camellos.

Sin embargo, lo que la mayoría de las personas no sabe es que la mayor población de camellos salvajes no se encuentra en África o los Emiratos Árabes Unidos (EAU), sino en Australia. Y esto tiene motivos históricos, ya que cuando este continente inexplorado fue colonizado por los europeos, se requirió de animales resistentes que pudieran soportar las altas temperaturas. Hoy en día, en cambio, sirven más para fines recreativos.

“Siempre hubo camellos acá”, dice Shelley Lorensen, quien preside la Boulia Camel Races, una carrera de camellos en medio de la región australiana de Outback. Boulia, en Queensland, cuenta con apenas 300 a 400 habitantes, pero en la época de la carrera, en julio, se reúnen en la pequeña localidad unas 3.500 personas. Muchas llegan en caravanas o duermen en tiendas para ver correr a los camellos por la arena rojiza del desierto.

Durante el espectáculo de tres días también hay carreras de cortadoras de césped, música y fuegos artificiales. Lorensen cuenta que la atracción principal son los camellos. Su presencia hace que la carrera sea impredecible, ya que los jinetes no pueden dirigir o controlar a los animales. “Se los puede entrenar, pero incluso un camello que gana un día todas las carreras puede al otro día sentarse simplemente en el suelo y no hacer nada”, explica.

Los camellos fueron introducidos en Australia a partir de los años 40 del siglo XIX desde países como India, Afganistán y la península arábiga. Durante la colonización ayudaron a los recién llegados a recorrer la región de Outback y a transportar personas y mercancías.

También numerosos grandes proyectos, como el ferrocarril transaustraliano y la “Overland Telegraph Line” (la conexión telegráfica australiana) fueron llevados a cabo con la ayuda de camellos. Además, los asentamientos en Outback dependían de los “barcos del desierto”, ya que los alimentos llegaban a los lugares más recónditos sobre el lomo de los camellos.

Duncan Pickering dice que en Silverton, en la frontera entre New South Wales y South Australia, hay camellos desde la fundación de esta localidad en los años 80 del siglo XIX. Junto a su pareja, Petah Devine, ofrece paseos con camellos.

En realidad, la pareja soñaba con una vida autónoma en una granja en medio de la vasta región de Outback. Lo de los camellos se dio casi por casualidad. “La familia que ofrecía los paseos antes de nosotros dejó de hacerlo y nos dio en 2017 los primeros animales”, cuenta Pickering a dpa.

Entre tanto, ya son 13 los camellos que viven en la granja. Lo que más le gusta a Pickering de trabajar con estos animales del desierto es su personalidad. “Son muy distintos entre sí, pero al mismo tiempo muy mansos y cariñosos”, explica. Sin embargo, cuenta que entrenar nuevos animales es todo un desafío. “Primero hay que conocer su personalidad y entrar en confianza con ellos”, señala.

Así y todo, estos llamativos animales son considerados desde hace tiempo una plaga en Australia. Después de que a partir de principios del siglo XX no fueran utilizados más como transporte con la llegada del automóvil y otros medios de transporte, se los dejó libres en Outback. De esta forma se multiplicaron fuertemente.

De acuerdo con un informe del Ministerio de Medio Ambiente, se estima que en 2010 eran un millón. Un reportaje del canal ABC de 2020 partía de la base de que hoy en día eran 1,2 millones de animales. Pero la verdad es que nadie lo sabe a ciencia cierta.

Especialmente en épocas secas y calurosas, estos animales jorobados suelen trotar hasta los asentamientos en busca de agua. Entre otras cosas, derriban cercos para llegar al agua que se condensa de los aires acondicionados, por ejemplo. Los daños suelen ser grandes. Por esta razón, Australia regularmente deja matar camellos a tiros para controlar su reproducción.

Para ello, los gobiernos locales y dueños de tierras contratan francotiradores e incluso se emplean helicópteros en algunas partes. El plan de acción australiano para los camellos salvajes resalta que la matanza debe ser en lo posible rápida y sin dolor.

De acuerdo con las estimaciones, además se matan todos los años de 3.600 a 4.000 camellos para producir alimento para animales con su carne. Otros 400 animales se destinan a la exportación en vivo y 1.000 para consumo humano.

“Tratamos, sobre todo, de salvar camellos y encontrar a su vez un uso para sus productos”, dice Paul Martin, quien fundó en 2015 la empresa “Summer Land Camels”. En su granja de 324 hectáreas en Harrisville, Queensland, viven entre 400 y 500 camellos que son atrapados en Outback y luego domesticados por Martin y su equipo. Además de cabalgatas al amanecer o un atardecer de cócteles rodeados de camellos, los visitantes pueden consumir en el café de la granja queso y helado de leche de camello o probar un “camelccino”. La leche de camello tiene un aroma ligeramente dulce y también mucha vitamina C y hierro.

Paul Martin destaca sus numerosas ventajas en temas de salud: “La leche de camello no cuaja en el estómago y, por eso, no provoca una reacción inflamatoria como otros tipos de leche”. Añade que, por este motivo, se trata también de una leche ideal para personas con intolerancia a la lactosa.

Afirma que la demanda de productos de camellos aumenta lentamente. Además de productos lácteos, “Sumer Land Camels” también ofrece cremas para manos, para el cuerpo y el primer vodka de camello del mundo. En algunos países asiáticos ya se pueden comprar estos productos online. “Estamos trabajando en una estrategia para la Unión Europea”, afirma Martin. De manera que estos productos en base a camello posiblemente estén pronto disponibles en Europa.

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