Cada vez son más frecuentes los avistamientos de ballenas frente a las costas de la provincia de Buenos Aires. Desde Mar del Plata hasta Pehuen Co y Monte Hermoso, el fenómeno viene en aumento, asociado a un proceso de recuperación de la ballena franca austral, especie emblemática de la región.
Esta tendencia positiva responde, entre otros factores, a las medidas de protección adoptadas por la Argentina y otros países de Sudamérica que prohíben su caza. En el país, la ballena franca austral cuenta con el máximo estatus legal de conservación: fue declarada monumento natural y está protegida por una estricta normativa.
Durante gran parte del siglo XX, la población de esta especie se redujo drásticamente debido a la caza indiscriminada. Sin embargo, desde la implementación de la moratoria y el esfuerzo conjunto de varias naciones, su número comenzó a recuperarse.
A partir de los años 2000, los registros de avistajes se incrementaron de manera sostenida. Además de Mar del Plata, se reportan apariciones en localidades como Necochea, Villa Gesell, Pinamar, Pehuen Co y Monte Hermoso, cubriendo prácticamente toda la costa bonaerense.

Ballenas: un viaje de miles de kilómetros para sobrevivir
El aumento de avistamientos de ballenas en la costa bonaerense también responde a que la provincia se encuentra en una ruta clave para el desplazamiento de estos cetáceos. Las ballenas francas australes migran estacionalmente desde las aguas antárticas, donde se alimentan, hacia zonas más cálidas, como Santa Catarina en Brasil, para reproducirse.
Durante este trayecto recorren miles de kilómetros, cruzando frente a las costas argentinas, lo que convierte a Buenos Aires en un corredor estratégico dentro de su ciclo de vida. El avistaje en esta región no es su destino final, pero sí un punto de paso frecuente, especialmente entre los meses de mayo y octubre.
Esta ruta migratoria, que une áreas de alimentación y reproducción, es vital para su supervivencia. La presencia de estos mamíferos marinos en aguas bonaerenses no solo representa una buena noticia ambiental, sino también una oportunidad única para impulsar el turismo responsable y la educación ambiental.
La continuidad de este fenómeno dependerá del compromiso sostenido en su protección y de políticas que minimicen las amenazas como el tráfico marítimo, la contaminación acústica y el cambio climático, que aún representan desafíos importantes para la conservación de la especie.