Ballenas jorobadas, uno de los tres mamíferos marinos más amenazados

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Junto con el manatí antillano del Caribe y el tucuxi marino, las yubartas, como también se le conoce a las ballenas jorobadas, enfrentan ocho riesgos en los mares colombianos. La pesca incidental, así como la directa, el tránsito de embarcaciones y el cambio climático, son algunos de los principales riesgos que acechan a los cetáceos.

En Colombia habitan 35 especies de mamíferos marinos, de las cuales 29 lo hacen en el Caribe y 32 en el Pacífico. Una de ellas, quizá de las más grandes y carismática, es la ballena jorobada, también conocida como la yubarta. Pero también, según un reciente artículo, son la especie más amenazada del país.

Las jorobadas llegan entre junio y julio cada año, y permanecen en las cálidas aguas del Pacífico hasta noviembre y los primeros días de diciembre. Lo hacen porque durante esa época, en su hogar habitual, la Antártida, el invierno genera temperaturas aún más bajas que las habituales. Así que migran para aparearse y dar a luz sin que eso represente un riesgo para los ballenatos que suelen nacer con delgadas capas de grasa que no los protegerían del helaje.

Para llegar hasta las costas colombianas, incluso a las panameñas, estos cetáceos que pueden medir hasta 16 metros y pesar 30 toneladas, deben nadar por más de 8.000 kilómetros. En su recorrido por el Pacífico sudeste, que comprende Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Panamá, las ballenas jorobadas enfrentan graves amenazas.

En febrero de este año, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) publicó el informe Protegiendo los corredores azules, donde además de visualizar las rutas de 845 ballenas migratorias en el mundo, resalta las principales amenazas que las acechan.

Según Chris Johnson, Líder Mundial para la Conservación de Ballenas y Delfines en WWF, las principales amenazas son la pesca industrial, colisiones con barcos, la contaminación química, plástica y acústica, la pérdida de hábitat y el cambio climático. Johnson agregó que estos son riesgos a los que se enfrentan las ballenas a nivel mundial, “esto sucede desde el Ártico hasta la Antártida”.

Y, en el sentido de las palabras de Johnson, Colombia no es la excepción. Isabel Cristina Avila es una bióloga marina con cerca de 30 años dedicada al estudio de este grupo de animales en el país. Mientras realizaba su doctorado en ciencias ambientales en la Universidad de Friburgo (Alemania), se enfocó en realizar un mapa para identificar las áreas de riesgo para los mamíferos marinos de Colombia. De allí surgió su tesis de doctorado. A inicios de este año, junto con su colega Alan Giraldo, del Grupo de Oceanografía de la Universidad del Valle, actualizó el mapa con corte a 2020.

Los resultados de la investigación, que comprende reportes realizados entre 1991 y 2020, fueron publicados en enero de este año en el International Journal of Tropical Biology and Conservation. En palabras de Giraldo, lo que hicieron en este trabajo, fue “tratar de incorporar toda la información disponible posible que mencione esas diferentes amenazas y empezar a ubicarlas espacialmente, de tal manera que uno pueda visualizar en un mapa en dónde se concentran ciertas amenazas. Así mismo se puede identificar zonas donde hay mayor ‘confluencia’ de amenazas, y otras donde son mas esporádicas”.

El trabajo realizado por Avila y Giraldo, además de identificar las zonas donde se registran las amenazas, también fue capaz de determinar cuáles son las especies con mayores riesgos en el país. De las 22 especies que registran una amenaza en las tres décadas estudiadas, las especies que mayor cantidad de riesgos enfrentan son la ballena jorobada, el manatí antillano del Caribe y tucuxi marino, con ocho amenazas específicas para cada uno.

La pesca incidental, es decir la “captura involuntaria como resultado de haber sido enredado o atrapado por redes, líneas, trampas u otras artes de pesca”, es la amenaza más común para todos los mamíferos marinos del país, incluyendo a la ballena jorobada. La sigue la pesca directa, que en muchos casos busca cazar a los animales para utilizarlos como carnada o para mantenerlos en cautiverio. “A pesar de que esto no es legal en el país, observamos que es un fenómeno que se sigue dando”, comenta Avila.

La tercera amenaza sobre las ballenas jorobadas, así como para otras seis especies de mamíferos marinos del país, es el tráfico y el tránsito de embarcaciones. La circulación de embarcaciones a altas velocidad, no respetando las recomendaciones de las autoridades ambientales -como sucede con las usadas con fines turísticos-, entre otras razones, aumentan el riesgo de colisiones con los cetáceos. Además, la intrusión en los hábitats de las ballenas, así como la contaminación sonora, está ahuyentando a estos animales.

“La alteración de la física oceánica, que puede ser causada directamente o indirectamente por el humano”, es la cuarta amenaza para las ballenas yubartas, explica Avila. Esto, en sus palabras, está “relacionado con cambios en la temperatura del agua, fenómenos como El Niño y La Niña, cambios en las corrientes o cambios en las masas de hielo”. Los patógenos, que pueden causar infecciones y enfermedades, son la sexta amenaza para esta especie de cetáceos.

Todo lo relacionado con la “disminución de los recursos y pérdida de hábitat”, es decir con la reducción del alimento, pero también con el descenso del área para habitar, hace parte de la sexta amenaza para las jorobadas. Por último, señalan Avila y Giraldo, el cambio climático es otro de los factores que ya está afectando a las ballenas que “viven”, según la bióloga marina, en el país.

En un estudio que publicó con cuatro colegas más hace dos años en la revista científica de ciencias marinas del International Council for the Exploration of the Sea (Ices), Avila demostró que las ballenas jorobadas estaban llegando a Colombia un mes antes de lo que lo hacían hace 30 años. “El cambio observado en el tiempo de llegada a las zonas de cría podría estar relacionado con los cambios en la masa de hielo en otoño en la Antártida y con el aumento del tamaño de la población en las últimas décadas, pero no pudimos determinar qué factor es más importante para explicar la tendencia observada”, apuntaron los investigadores.

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