Arrojaron miles de gatos a una isla infectada para salvar a Malasia de las ratas y encontrar el equilibrio ecológico

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En un polémico accionar y buscando el equilibrio ecológico, en marzo de 1960, la Real Fuerza Aérea Británica lanzó 23 gatos en paracaídas sobre las remotas aldeas de Vario, en Sarawak (Malasia), para combatir una plaga de ratas provocada por el uso masivo de DDT contra la malaria. Esta operación, única en su tipo, buscaba restaurar el equilibrio ecológico roto por un insecticida que, al exterminar mosquitos, también diezmó a los felinos y desató una crisis sanitaria y agrícola.

El origen del caos: DDT, mosquitos y gatos envenenados

La historia se remonta a la década de 1950, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) promovió el uso de DDT para erradicar la malaria. En Sarawak, entonces colonia británica, se fumigaron viviendas con este insecticida, reduciendo los mosquitos portadores del parásito de un 35,6% a un 1,6% entre 1953 y 1955. Sin embargo, el veneno acumulado en las paredes intoxicó a los gatos que, al lamerse el pelaje, sufrieron daños neurológicos mortales.

“Hubo informes de gatos muertos por exposición al DDT en Tailandia, Bolivia y México. En Oaxaca, hasta los llamaban matagatos”, detalla la transcripción. La ausencia de felinos permitió que las ratas multiplicaran su población, devorando cultivos de arroz y amenazando con propagar tifus y peste.

Gatos para combatir la invasión de ratas en la isla

Ratas valientes y cultivos en peligro

La plaga de roedores alcanzó niveles críticos. Una pareja de ratas y sus crías podían generar 1.500 descendientes en un año, según datos de la época. Los daños en los arrozales eran devastadores: comían semillas, brotes y granos, además de debilitar terraplenes con sus túneles. Max Porran, oficial británico en Vario, relató cómo una rata hizo un agujero en su almohada mientras dormía: “Estaba recogiendo material para su nido“.

La teoría inicial atribuyó el problema a la falta de veneno para ratas, pero análisis posteriores confirmaron que el DDT en gatos muertos tenía concentraciones letales. “Aunque no se demostró causalidad directa, la lógica apuntaba al insecticida“, señala el relato.

Operación Felina: Paracaídas, cerveza y resistencia gatuna

El 13 de marzo de 1960, un avión Blackburn Beverly despegó de Singapur con una carga inusual: cestas con gatos vivos atados a paracaídas. La misión, coordinada con bomberos y vecinos de Kuching la “Ciudad de los Gatos“, enfrentó obstáculos climáticos y logísticos. “Los gatos se resistían a volver a sus cestas; hubo que luchar un poco, pero los humanos se impusieron”, describe la fuente.

Junto a los felinos, se lanzaron 4 cajas de cerveza fuerte y alcohol medicinal para los líderes locales. Pese a las nubes y desvíos a Brunei, los gatos aterrizaron sanos. “Nada se rompió. Los militares sabían exactamente cómo dejar caer artículos frágiles”, recalca el texto.

Éxito relativo y lecciones inesperadas

Aunque algunos informes exageraron cifras —como mencionar 14.000 gatos—, documentos oficiales confirman 23 felinos enviados. The Straits Times reportó en abril de 1960 que,con el fin de encontrar un equilibrio ecológico, “las ratas desaparecieron gracias al ejército de gatos del cielo“. No obstante, no todos los intentos fueron exitosos: en 1965, tropas australianas en Borneo vieron cómo ratas gigantes mataron a 5 gatos.

El DDT también alteró otros ecosistemas: polillas devoraron techos de paja al desaparecer sus depredadores naturales, y aves como pelícanos y águilas sufrieron intoxicación masiva. “Las cáscaras de sus huevos se adelgazaban hasta romperse”, explica el texto.

Legado de una solución polémica por el equilibrio ecológico

La operación en Vario no fue aislada. Desde 1953, la Real Fuerza Aérea británica lanzó gatos en paracaídas en zonas como Perak y Kalimantan. Algunos, como dos felinos arrojados desde 1.006 metros en 1960, “aterrizaron alegres, se lamieron las patas y se alejaron”, según testigos.

Con el tiempo, mejoras en carreteras y métodos de control de plagas hicieron obsoletos los lanzamientos aéreos. Sin embargo, esta peculiar estrategia sigue siendo un recordatorio de los efectos imprevistos de la intervención humana en la naturaleza y de cómo soluciones creativas —a veces absurdas— pueden emerger de crisis complejas.

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