Campesinos colombianos se reconcilian con el cóndor andino y ahora es un emblema

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Una manada de cóndores despelleja un ternero a 4.200 metros de altitud en una cumbre. El animal muerto fue dejado allí por campesinos colombianos que buscan reconciliarse con su antiguo enemigo: el Rey de los Andes.

“Es un ave que cuando uno la ve volar, se siente tan hermoso”, dice a la AFP Diana Bautista, habitante del páramo del Almorzadero, en el municipio Cerrito (noreste).

Pero el cóndor no siempre fue visto con buenos ojos en la región. Hace unos años los campesinos colombianos usaban carroña envenenada y disparos para deshacerse de un animal considerado como amenaza para sus ovejas, cabras y ganado.

Hoy los campesinos tomaron conciencia sobre la importancia de conservar a una de las aves más grandes del mundo, que se encuentra además en peligro de extinción.

“No crean las cosas malas” que se cuentan del cóndor, clama Bautista, aludiendo a rumores sobre supuestos ataques al ganado.

Una veintena de familias encontró una alternativa al viejo conflicto: construyen apriscos para proteger a los animales frágiles y plataformas en la montaña donde alimentan a los cóndores con fetos de vaca, cabras enfermas y otro tipo de carroña.

El ave de collar blanco e inmensas alas que alcanzan los tres metros de envergadura planea sobre las montañas y es protagonista de los murales del pueblo.

Leyenda en el páramo

El páramo es un ecosistema de alta montaña en zonas ecuatoriales cuyas plantas icónicas, los frailejones, son capaces de retener agua con sus hojas rígidas. El 70% del agua que consumen los 50 millones de colombianos viene del páramo.

Cruces formadas con piedras y un letrero invitan a descubrir la reserva del cóndor en El Almorzadero.

Sus habitantes cuentan que las cruces forman parte de una leyenda: cada visitante construye una para invocar al sol, que mitiga el frío de unos 9°C y permite contemplar al cóndor.

La muerte de cada ejemplar representa “una pérdida grande” para la especie pues su reproducción es muy lenta, alerta Carlos Grimaldos, experto de la fundación Jaime Duque.

El cóndor alcanza la madurez sexual a los 10 años y solo da una cría cada dos o tres.

Protegerlo es esencial para el equilibrio de los páramos, pues “es la especie que limpia” los suelos al comerse los animales muertos y evita la contaminación de las fuentes hídricas, añade.

Binoculares en mano, Grimaldos enseña a los visitantes a distinguir al cóndor de otras aves rapaces.

Coexistir

La vocación del páramo no es la ceba de animales, pero la actividad humana disminuyó su fauna silvestre y alteró los hábitos del cóndor.

El ave pasó de alimentarse de “pequeños y medianos mamíferos” a consumir carroña de ganado y ahora retirar las vacas supondría un riesgo para su supervivencia, explica Francisco Ciri, biólogo y director de la fundación Neotropical.

Para reconciliar al Rey de los Andes con los campesinos colombianos, un grupo de 19 familias del páramo fundó la Asociación Campesina Coexistiendo con el Cóndor (ACAMCO) en 2019.

Una iniciativa comunitaria para “conocer y proteger” el ecosistema con beneficios económicos, sostiene Andrea Flórez, de ACAMCO.

Porque el cóndor “atrae a muchas personas”, añade.

En paralelo, la fundación Jaime Duque compra a los ganaderos los animales débiles o enfermos para donarlos al cóndor y así estudiar sus hábitos alimenticios con cámaras trampa.

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